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CANNES 2011 SIC / Francia

My Little Princess: arte, mala educación y transgresión

por 

Anoche el público de la Semana Internacional de la Crítica del Festival de Cannes hizo un análisis constructivo sobre el proceso de vampirización de una niña por parte de su madre (artista en el París de los años setenta) durante la sesión especial (organizada en común con la selección oficial) de My Little Princess [+lee también:
tráiler
entrevista: Anamaria Vartolomei
ficha de la película
]
, de Eva Ionesco. Guiada por una Isabelle Huppert a la que siempre sientan bien estos papeles transgresores y por la joven Anamaria Vartolomei, este primer largometraje autobiográfico ilustra una época propicia a que una madre esté dispuesta a todo por la imagen, incluido convertir a su propia hija en un icono del erotismo femenino.

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Hannah (Isabelle Huppert) es una noctámbula de origen rumano, ambiciosa, extravagante; rechaza cualquier tipo de contacto físico con la gente, adora los cementerios y se viste con un estilo totalmente inconformista. Un día, Hannah decide empezar con la fotografía después de haber demostrado poseer unas aptitudes mediocres para la pintura. Su hija Violetta (Anamaria Vartolomei) está en el último curso de la escuela primaria. Violetta no da crédito a una madre que la abandona, apareciendo y desapareciendo como un rayo en el pequeño piso que comparten con la bisabuela (Georgetta Leahu), encargada de cuidar de Violette en el día a día.

En el taller de Hannah, Violetta empieza a posar para su madre, renunciando a las rayuelas y las muñecas propias de su edad en favor de un ambiente mucho más tóxico. Las sugerencias maternales suben pronto de tono (de “sonreír es de imbéciles; eso es para los matrimonios” a “abre un poco más las piernas, es muy bonito, parece un Balthus”). Siguen las presiones (“no sabía que te inhibieses tanto”) y las fotos cada vez más eróticas y chocantes (si bien muy artísticas). El éxito y el escándalo llegan de la mano a la fotógrafa y Violetta, presentada por los gestores de las galerías como “la pequeña princesa que reina en el universo”, se jacta de haber entrado fulgurantemente en el mundo de los adultos y de imitar el registro provocador de su madre.

Sin embargo, la noticia de las fotos llega al colegio y Violetta comprueba que hay un abismo que la separa de sus compañeros de clase: ha crecido demasiado rápido para su edad. A medida que va adquiriendo una mayor consciencia de su papel rechaza propuestas de posar desnuda ante hombres y termina rompiendo el pacto de sumisión hacia su madre para volver a empezar desde cero. La muerte de la bisabuela un día provocará la llegada de un nuevo personaje en este turbio asunto entre artistas y costumbres: la justicia.

My Little Princess no es solo un testimonio más de la manipulación de la infancia por parte de los adultos (uno de los grandes temas del festival este año), sino también una muestra de educación al revés (“tienes que saber que un padre es uno de los mayores lastres que impone la naturaleza”) en la que la originalidad que busca la madre (cariñosa a pesar de sus excesos) se convierte en causa determinante de la marginalición de su hija. Aunque la película tiene altibajos (sin duda a causa de la dificultad que habrá tenido la directora para encontrar la distancia precisa entre la ficción y su propia vida) también ofrece una interesante reflexión sobre los límites de la creación, el estatus de modelo y la tiranía del creador.

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(Traducción del francés)

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