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CANNES 2011 Fuera de competición / Francia

Drama sentimental y política entre bastidores en La conquête

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«Con esta maldita transparencia, no se puede ni siquiera negar la realidad»: con estas palabras se puede resumir a bote pronto La conquête [+lee también:
tráiler
ficha de la película
]
, de Xavier Durringer. Esperada con gran impaciencia o simple curiosidad en el Festival de Cannes, donde fue proyectada hoy fuera de concurso, la película, que narra (bajo forma de ficción inspirada en hechos reales, como se indica con prudencia al principio) la carrera por la Presidencia de la República de Nicolas Sarkozy, ofrece una partitura sin grandes sorpresas paradójicamente, lejos de los atrevidos giros de guión de la BBC, por ejemplo. Como si el estilo sarkoziano ya fuera dado por sentado o debido a una narración que mezcla el drama sentimental de una ruptura conyugal con los entresijos políticos. Sin embargo, no todo es criticable; al contrario, la película goza de unos excelentes actores, un ritmo trepidante, una elocuencia caricatural y una escalada de buenos diálogos y de confrontaciones que esbozan un retrato en forma de puzzle del período 2002-2007 en Francia.

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La conquête, que suprime el carácter sagrado de las altas esferas políticas, se abre en la mañana de la elección presidencial de 2007 con un Nicolas Sarkozy (un excelente Denis Podalydès), en bata, hundido en un sillón, con una cadena de oro en el cuello, cambiando de una cadena de televisión a otra. La película continúa con un flashbacks a 2002 y desde entonces estará entrecortada por recuerdos de aquella jornada de 2007. Confinado en el Ministerio del Interior por un Jacques Chirac (Bernard Lecoq) que acaba de ser reelegido, Sarkozy anuncia sus intenciones a su guardaespaldas: "vamos a comenzar ocho obras al mismo tiempo, no van a entender nada". "Tienes que aburrir a los medios" recomienda con empeño su mujer Cécilia (Florence Pernel). Este será el tono de tantos años de reuniones preparatorias, desplazamientos, discursos: "Espectáculo a mansalva".

Presentado como un joven inmaduro en la piel de un político ambicioso y obsesionado por alcanzar su objetivo, un devorador de hamburguesas con limitadas referencias culturales (James Bond, Ferrari) y adepto de un lenguaje un tanto grosero, el futuro Presidente decide cambiar su imagen, se apunta a hacer footing y bicicleta a diario bajo la permanente mirada de las cámaras, contrata a una pluma de izquierda para "transformarse en defensor de los desfavorecidos". Pero en lo que más afán pone es en dominar y evitar los golpes bajos de los enemigos dentro de su propio: Jacques Chirac y Dominique de Villepin (Samuel Labarthe).

En un universo político caracterizado por todo tipo de maldades y amenazas ocultas tras una fina capa de hipocresía, llueven ataques y contraataques. De las revueltas en los suburbios a la conquista del partido, pasando por el caso Clearstream y la campaña electoral, el período 2002-2007 se resume como un duelo mortal entre Sarkozy y Villepin (a quien no se le perdona nada en la película), con los periódicos haciendo de manipulada caja de resonancia.

Al dar amplio espacio al lado sentimental con la narración de la ruptura conyugal de Sarkozy con una mujer rápidamente relegada al segundo plano, cansada de la omnipresencia mediática y que deja a su marido para regresar solamente al final de la campaña, La conquête hace una elección artística de una gran prudencia, visto que la verdad ya la han contado a bombo y platillo los medios. Su afinada vena satírica, no obstante, no dejará de atraer al público francés e internacional. Mientras tanto Gaumont ya ha vendido el título en numerosos países, incluidos los Estados Unidos, España, el Benelux, Grecia, Suiza, Israel y Canadá.

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(Traducción del francés)

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