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FESTIVALES Bélgica

En busca de los espectadores perdidos: el cine belga y su público

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El lunes 27 de junio, el festival de cine de Bruselas propuso antes de la velada dedicada a la Comunidad francesa de Bélgica, un encuentro sobre los desafíos del cine belga, con motivo de la venta del nuevo libro de Frédéric Sojcher, Pratiques du Cinémas.

Desde hace varios años las autoridades públicas han implementado un sistema eficaz de apoyo a la producción, que va del trabajo efectuado por la Comisión de Selección de las Películas a la creación del Tax Shelter, que liberó numerosos capitales. Así, la masa crítica de producción parece haber sido alcanzada, y hoy nos interrogamos sobre la difusión y la promoción de las películas. Frédéric Sojcher, profesor, teórico y director de cine, subrayó con motivo de este encuentro (así como en su editorial) que el acceso a los espectadores se ha convertido en el punto fundamental de la cuestión. El panel, compuesto por representantes de las instituciones y de las asociaciones profesionales, apoyó esta constatación.

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Dan Cukier, ex presidente de la Comisión, destaca que, a pesar de su atractiva diversidad, el cine belga sufre de los prejuicios del gran público. Es una guerra de imagen que hay que parar; hay que hacer olvidar la visión monolítica que los belgas (francófonos) tienen de su cine. Sin embargo, como apunta Luc Jabon, es también una cuestión de difusión ligada a la falta de salas para el cine de autor. Así el reciente anuncio del posible cierre del cine Arenberg en Bruselas, sala ineludible para el cine de autor, provoca una mayor inquietud.

Frédéric Delcor, director del CCA, explica que el actual desafío de las salas es la digitalización, y que este reto es particularmente duro para los cines de arte y ensayo, que corren el riesgo de cerrar si no pasan rápidamente al sistema digital. Con todo, a pesar de que la digitalización es hoy una urgencia, a largo plazo será una magnífica oportunidad, adaptada a la multiplicidad del público. Este cine belga tan diverso atrae a un público ya muy diversificado y las nuevas tecnologías facilitan el acceso a este sector. El otro gran punto, precisa también Frédéric Sojcher, es la educación de las generaciones futuras de su cine, de lo que ya se ocupa el departamento de audiovisual y multimedia de la comunidad francesa de Bélgica, entre otras cosas, con el Premio de los Estudiantes. En cualquier caso, aún necesita un mayor desarrollo.

Por último, la cuestión de fondo es aquella de la identidad cultural. La Bélgica francófona no puede, obviamente, hacer referencia a su lengua, como lo hacen muchos países que tienen un cine local bien representado en la taquilla. La cercanía del cine francés parece bastar a la necesidad de los espectadores de “verse” en la pantalla. Por otra parte, para el gran público, Podium es una película belga, visto que actúa Benoît Poelvoorde.

Algunas de las personas que participaron en los encuentros subrayaron que el cine belga no tiene bastantes películas “de sábado por la noche” (comedias de calidad), que muestren en la pantalla la realidad de los espectadores belgas. Hablan, en definitiva, de una falta de eficacia y representatividad. No obstante, el corpus de las películas es rico, y una mejor visibilidad de éstas permitiría satisfacer a más de un espectador. Dos obstáculos parecen aún pesar en este campo: un enfoque demasiado superficial de los instrumentos de marketing para la promoción del cine belga, y el hecho de que el mercado se concentre en algunos títulos que monopolizarían de cuatro a cinco pantallas en los multicines.

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(Traducción del francés)

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