Tenemos que Hablar de Kevin
- Un hijo maquiavélico y una madre descorazonada. Excepcional Tilda Swinton. En competición en Cannes 2011.
La directora británica Lynne Ramsay presentó su tercer largometraje, Tenemos que Hablar de Kevin [+lee también:
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entrevista: Lynne Ramsay
ficha de la película], en la competición oficial del último Festival de Cannes, casi 10 años después de El viaje de Morvern Callar [+lee también:
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ficha de la película], su segunda película.
Eva (Tilda Swinton) es una joven que ha hecho grandes sacrificios para sacar adelante a Kevin (Ezra Miller), su primer hijo. Entre ellos, la relación es difícil desde el principio y el comportamiento preocupante de Kevin no facilita las cosas. Antes de cumplir 16 años, el joven comete un acto irreparable y chocante no sólo para su madre, sino que para toda una comunidad sumergida en la pena y el duelo. Antes de perdonar a Kevin, Eva debe superar su propio sentimiento de culpabilidad, en el que lleva anclada desde el nacimiento de su hijo, incluso antes tal vez…
Tenemos que Hablar de Kevin, producida por la británica Independent y basada en el bestseller del estadounidense Lionel Shriver se desmarca de la mayoría de las producciones británicas gracias a una puesta en escena muy elaborada y una fotografía que el público espera más bien encontrar en el cine independiente de EE UU, donde, precisamente, se desarrolla la acción. La película comienza hábilmente con una serie de no dichos y un montaje lento que pretende comunicar los sentimientos de la protagonista, interpretada por Tilda Swinton. Además de las variaciones de zoom, algunas metáforas visuales evocan la sangre. Los flashbacks son como piezas de un rompecabezas incompleto del que se distingue claramente el motivo. El rostro de la actriz británica cuenta su propia historia y lleva físicamente los estigmas del drama que la marginaron completamente. Se ve rápidamente lo que está en juego y Eva debe sacar fuerzas de sus recuerdos a medida que resuelve la cuestión sobre su responsabilidad en el horrible comportamiento de su hijo.
Lynne Ramsay subraya sutilmente los errores de esta madre acorralada ante un primogénito que se comporta con ella como lo haría el hijo de Satanás. En todas las edades, Kevin es un monstruo. Es un verdadero personaje de película de terror, muy diferente de los protagonistas de Elephant, de Gus Van Sant, que acaba en el mismo drama. Kevin es malsano, provocador y maquiavélico en todo lo que emprende. Manipula a un padre un tanto despreocupado (John C.Reilly) para aislar irremediablemente a su madre en un crescendo de desamparo hasta que sucede lo irreparable. Es en este aspecto inevitable de la película al que hay que ir a buscar la razón de toda esta culpabilidad maternal. Eva se reprocha su fracaso como madre, cuando habría debido ver lo que se estaba tramando a su alrededor. De ahí a poder evitar la tragedia hay sólo un paso que Lynne Ramsay decide no dar, prefiriendo ocuparse de la cuestión de la aceptación en nombre del amor maternal, incluso en nombre de la vida, puesto que ésta no puede volver a avanzar sin ella.
Tenemos que Hablar de Kevin es, como su título lo indica, una película sobre lo no dicho y sobre la incomprensión familiar cuando uno de sus miembros se comparta de manera completamente irracional. Para filmar el retrato de esta mujer que interioriza totalmente su sufrimiento, Lynne Ramsay prefirió no permanecer en la sugerencia y ofrece planos relativamente demostrativos. Al final, el espectador se encuentra ante una decisión que podría no concordar con su posición. ¡Descuide, de eso es exactamente de lo que se trata!
(Traducción del francés)
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