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VENECIA 2012 Venice Days

Acciaio, de Stefano Mordini, mira más allá del mar

por 

- El autor de Provincia meccanica vuelve a retratar una situación áspera y sin futuro, que protagonizan Michele Riondino y Vittoria Puccini

Desde Piombino, la ciudad del acero, la Isla de Elba parece un espejismo de felicidad. Desde Piombino, cualquier lugar parece ofrecer la posibilidad de una vida mejor. Así es para Anna, la jovencísima protagonista de la nueva película de Stefano Mordini, Acciaio [+lee también:
tráiler
entrevista: Stefano Mordini
ficha de la película
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(lit.: “Acero”), que lleva a las Jornadas de los Autores (Venice Days) un retrato de una vida dura, desoladora, común a muchas provincias industriales donde reina la monotonía, donde no hay nada bonito.

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Es verano. En septiembre, cuando termine, Anna (la debutante Matilde Giannini) irá al instituto. Pasa el tiempo con su mejor amiga Francesca (la mirada penetrante de Anna Bellezza) entre la playa y las fábricas abandonadas, haciendo vídeos para colgarlos en YouTube y pasando el tiempo simplemente fuera de sus casas o dando un paseo por el barrio, donde muchos otros jóvenes como ellas vagan sin meta, indolentes, resignados. En Piombino no hay muchas perspectivas de futuro más allá de trabajar en la fábrica, como hace Alessio (Michele Riondino), el hermano de Anna. Pero él cree en su trabajo y quiere quedarse en la ciudad. Siempre será mejor trabajar en una fábrica que ganarse la vida de una forma que no sea honrada.

La historia de Acciaio, basada en la novela homónima de Silvia Avallone, se mueve por impulsos. El de escapar, el de quedarse e incluso el de volver, como Elena (Vittoria Puccini), que ha intentado irse, pero no ha encontrado nada mejor. Para los más débiles, no faltan los peligros. A sus espaldas tienen el fracaso de la generación de sus padres, un modelo que los jóvenes protagonistas de la película quieren evitar a toda costa.

“Del libro de Avallone me interesa la relación que estas personas tienen con el trabajo”, explica Mordini, “el odio y el amor que sienten hacia estas fábricas, aunque también la descripción de una época con tanto potencial como la adolescencia”. La fábrica es omnipresente. Se ve desde lejos, en el horizonte, con sus torres humeantes día y noche. Se entra en ella, llena de polvo, ruido y fuego. Michele Riondino ha ido varias veces a la fábrica de acero de Piombino, ha pasado tiempo con los trabajadores y ha comido en la cantina: “Es un trabajo hecho de silencio y espera. En un alto horno, el aburrimiento puede ser mortal”.

La lengua de mar que separa Piombino de la Isla de Elba es recorrido constantemente por cruceros, llenos de familias felices. Los jóvenes de Piombino los observan, melancólicos, a lo lejos. El billete para la felicidad cuesta demasiado. Quizás la clase trabajadora vaya al paraíso, pero de vacaciones seguro que no.

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(Traducción del italiano)

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