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PELÍCULAS / CRÍTICAS

Los últimos días

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- La segunda película de los hermanos Pastor, rodada en España, es una de aventuras -con formato de buddy film- que se apunta a la moda del cine apocalíptico, con la crisis al fondo.

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de los hermanos Álex y David Pastor -que cuenta con el apoyo financiero y promocional de una gran cadena de televisión (Antena 3)- se sumará al éxito de los trabajos de J. Bayona, Jaume Balagueró o Paco Plaza, entre otros cineastas que apuestan por el fantástico de vocación entretenida, orgullo comercial y aspiración global. Y tras títulos como Fin [+lee también:
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, de nuevo el final del mundo planea sobre la trama como un conflicto irresoluble que empuja a los personajes a luchar por la supervivencia.

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En este caso es un joven informático, Marc (Quim Gutiérrez), que trabaja para una empresa tiranizada por el jefe de recursos humanos (José Coronado), quien sufrirá en propia piel un mal que parece haberse apoderado del mundo moderno: la agorafobia. Refugiado -junto a sus compañeros de oficio- en su oficina, buscará una salida bajo tierra para, a través de los túneles del metro, atravesar la ciudad y reencontrarse con su chica (Marta Etura). En ese viaje tenebroso tendrá no sólo que asociarse con quien menos espera, sino también vencer esos terrores que le impiden convertirse en un hombre pleno, libre y feliz.

Lo que sigue es una sucesión de episodios, sobrados de acción y efectos especiales, en los que veremos cómo las calles de Barcelona quedan desiertas de gente, los animales las invaden y la vegetación va poseyendo sus edificios. Algo a lo que el público de fuera de los EEUU no está muy habituado: porque si hemos visto con frecuencia como Nueva York era vapuleada por King-Kong, Godzilla, una ola gigante o un meteorito, no solemos contemplar en una pantalla cómo el Viejo Continente sufre algo similar durante todo el metraje de un film. Ésta es una de las cartas seguras con las que han jugado los Pastor en esta película: acercar la hecatombe al público español (y europeo), hacerla palpable.

Pero mientras en su primer largometraje, Infectados, rodado en EEUU, empleaban espacios abiertos, pocos efectos especiales y modestos elementos narrativos para inocular tensión al público, ahora estos catalanes han subido el listón: aquí hay abundantes efectos especiales, ejércitos de extras y una estética similar a la que Alfonso Cuarón desplegó en su angustiosa Hijos de los hombres. Si entonces Clive Owen acompañaba a una única madre en pos de la salvación de la especie, en Los últimos días es un joven cobarde el que tendrá que emparejarse con un maduro hombre sin escrúpulos para convertirse en un improbable dúo y así recuperar uno a su novia perdida, el otro a su padre enfermo.

Ese elemento buddy movie no siempre funciona en la trama, como tampoco llega a entenderse por qué los personajes sienten tanto pavor a salir de sus casas u oficinas. Por el contrario, la cinta resulta más atractiva como parábola del miedo paralizante que cada día nos atenaza más: el rol central siente terror a crecer, a madurar, a tener un hijo y a perder el trabajo; cuando ese miedo a casi todo se materializa, no tiene más remedio que superarlo.

Ese subtexto sobre el pavor que están provocando las crisis de todo tipo en el mundo actual -elocuentes son las imágenes de un cine vacío y de un supermercado atacado salvajemente por las masas- es lo más potente, interesante y empático de esta película de aroma ecologista, que reivindica un regreso a los orígenes naturales del ser humano.

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