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PELÍCULAS / CRÍTICAS

The Dead and The Living

por 

- La protagonista de la película de Barbara Albert descubre que su abuelo era un oficial de las SS. La culpa, el perdón y la herencia son los temas principales de esta película en parte autobiográfica.

Un viaje por Europa en busca de los secretos de familia, desde Berlín hasta Viena, pasando por Varsovia y Rumanía, preguntándose sobre la Historia y sobre quién ya no está entre nosotros. La viajera es Sita, protagonista de The Dead and the Living [+lee también:
crítica
tráiler
entrevista: Barbara Albert
ficha de la película
]
, la nueva película de la directora y productora austriaca Barbara Albert. Un diálogo entre vivos y muertos, entre pasado y presente, que enfrenta a padres e hijos. Los jóvenes quieren saber; los adultos, olvidar.

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Sita (Anna Fischer) es una joven austriaca de origen rumano que vive en Berlín y estudia alemán en la universidad. Va a correr, se mueve con una Vespa, trabaja en un concurso de talentos de la televisión y ama sin inhibiciones. Viaja a Viena para el 95º cumpleaños de su abuelo (Hanns Schuschnig) y descubre a través de una vieja foto rota que el padre de su padre guarda un secreto terrible e inconfesable: era oficial de las SS durante la 2ª Guerra Mundial. Sita decide quedarse en Viena para investigar en libros, archivos y fotografías, en busca de su identidad y de una manera de perdonar.

Sita sólo consigue perdonar a través del conocimiento. No opina lo mismo su padre (August Zirner). Para él, que nació en el campo de concentración donde trabajaba su padre, volver al pasado sólo significa dolor. No quiere hablar, sino cantar, porque en la música encuentra refugio para sus traumas. La película de Albert escenifica un enfrentamiento entre generaciones y explica que Sita no es la única. “Vienen muchas personas como usted”, le dice un empleado del museo de Varsovia, donde Sita encuentra la prueba de que su abuelo trabajaba en Auschwitz.

La admisión de la verdad llega a través de un vídeo en el que el abuelo recuerda sin tapujos: “Era como un sueño, no era yo”. Imágenes sucias que irrumpen de repente en la gran precisión formal de la película, con su carga de vergüenza e inevitabilidad. No hay remordimientos y volver al pasado no es posible. La realidad hace llorar, a partir de entonces sólo se puede mirar hacia adelante y volver a empezar.

The Dead and the Living podría definirse como una road movie histórica. Sita está en continuo movimiento, en tren, en avión, en autobús, estudia documentos, revista fotos, ve grabaciones. El espectador viaja con ella, lee periódicos y descubre rostros del pasado, pero al mismo tiempo se cruza con el presente, participa en manifestaciones y ocupaciones, se entremezcla con jóvenes europeos, escucha sus historias y sus expectativas. Es una película importante porque habla, a través de una historia individual, de raíces y sufrimientos compartidos. El amor que nace entre Sita y el israelí Jocquin (Itay Tiran) representa una posibilidad de paz. Se han rendido las cuentas del pasado. El futuro de una Europa unida.

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(Traducción del italiano)

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