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CANNES 2013 Quincena de los Realizadores

Los chicos y Guillaume, ¡A la mesa!: ¿chica o chico?

por 

- Guillaume Gallienne ofrece una brillante adaptación cinematográfica de su propia obra de teatro, divertida, emocionante y sutil acerca de la identidad sexual

"Aprendí cada aliento, cada respiración que hacía latir mi corazón al unísono con cada mujer". Guillaume es un joven habitante de la enorme metrópolis parisina en el seno de una familia de la alta burguesía. Su exquisita educación, su afeminada delicadeza y su amor incondicional por su madre lo encuadran, a ojos de sus allegados, como homosexual (una palabra que no sale tan fácilmente de los labios de quienes componen su entorno social); sin embargo, es más una personalidad lunar y desarraigada y sus desventuras en busca de la propia identidad sexual los acicates para que Guillaume Gallienne haga gala de una gran imaginación cinematográfica, un humor devastador y un aderezo de emoción en su brillante adaptación al cine de su propia obra de teatro Los chicos y Guillaume, ¡A la mesa! [+lee también:
tráiler
ficha de la película
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El recién estrenado cineasta, que también hace las veces de actor protagonista responsable de las carcajadas que han inundado la Quincena de los Realizadores del 66º festival de Cannes, ha conseguido una comedia original y de fácil acceso para el gran público acerca de un tema de rabiosa actualidad en Francia y que a menudo ha aparecido en la gran pantalla bajo la pátina del drama o el compromiso social. La pedagogía ultrasonriente de Gallienne lo encumbra, de golpe, en el limbo de aquellos cómicos que supieron explorar mejor asuntos de actualidad en el séptimo arte.

Vacaciones en España para aprender las sevillanas ("bailas como una chica, te pareces a una chica"), dormitorio común del internado de los Hermanos de las Escuelas Cristianas donde domina la homofobia, consultas de psicólogos, pensión en Inglaterra ("además del cricket y el remo y el rugby, fue fantástico"), farol con el fin de evitar el servicio militar, cura en Baviera con masaje deportivo e hidroterapia de colon ("espabilado" por un tubo sujeto por Diane Kruger…): Guillaume encadena las peripecias una tras otra, todas ellas hilarantes y elaboradas con la mirada distanciada de un narrador-protagonista que vuelve sobre sus pasos desde el escenario de un teatro.

El núcleo de la familia es el lugar donde se da lo esencial de la intriga: la madre (interpretada por el propio Gallienne en un fabuloso doble rol) cuyo fuerte carácter no es más que un cascarón, el padre (André Marcon) aterrorizado ("quiere por todos los medios que haga cosas de chicos") y dos hermanos que están de risas. El soñador Guillaume se adapta lo mejor que puede al imperativo paternal ("¡vestirse de chica con prendas de chico no es fácil!") y lo pasa en grande observando e imitando a su madre (su voz llega incluso a confundir a su propia familia), a sus tías y a todas las mujeres que lo rodean y de las que absorbe los detalles, los gestos y las posturas con una atención entusiasta. Como si fuera un niño grande que se viste de Sissi en la habitación, no verbaliza nada y no será hasta que llegue un mal de amores cuando la palabra salga de la boca de su madre: "¿ves lo que quiero decir? Chicos que adoran a las chicas, homosexuales, maricones". Pero Guillaume se siente como una chica a quien le atraen los chicos. Aconsejado por su tía ("no lo sabrás hasta que no lo hayas probado"), tratará de acostarse con hombres, pero primero tendrá que superar sus miedos y aprender a confiar en el animal que lo habita para descubrir su verdadera identidad sexual.

A partir de la inevitable matriz un tanto teatral de la película, Guillaume Gallienne se desenvuelve con enorme facilidad gracias a fluidas idas y vueltas entre flashbacks de la trayectoria de su protagonista y su historia en el escenario a la manera de un monólogo. Apoyándose en las apariciones de su madre como comentadora lapidaria en mitad de escenas que no la incumben, el autor sortea con habilidad los límites ligados a la narración centrada en uno mismo y con voz en off. Su espíritu afilado y su excepcional sentido de la burla de sí mismo hacen el resto, sin olvidarnos de la ternura que confiere a Les Los chicos y Guillaume, ¡A la mesa!el sello de obra que puede arrancar una lágrima en mitad de una carcajada.

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(Traducción del francés)

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