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PELÍCULAS / CRÍTICAS

15 años y un día

por 

- La madrileña Gracia Querejeta aborda una vez más la adolescencia, sus conflictos y el modo en que estos afectan al engranaje familiar.

¿Qué pasa por la cabeza de los jóvenes? ¿Por qué se juegan a veces al vida sin motivo aparente? ¿Hasta dónde abarca la responsabilidad que tenemos los adultos sobre ellos? Gracia Querejeta es una cineasta siempre preocupada por los engranajes más secretos, emocionales e internos de esa maquinaria delicada y frágil llamada familia. Sus películas retratan esos microcosmos a los que todos pertenecemos por el mero hecho de nacer, disecciona sus corrientes subterráneas y saca a la luz sus conflictos más reconocibles. Es esa empatía instantánea la que da fuerza a sus historias, a veces silenciosas, sutiles y demasiado tranquilas, pero con mucho poso interior.

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se presentó a competición en la última edición del Festival de Cine Español de Málaga y obtuvo cuatro galardones: Mejor película, mejor guión, premio de la crítica y mejor banda sonora. Era ésta la primera vez que Gracia trabajaba sin contar con el respaldo en la producción de su padre, el gran Elías Querejeta, sin duda, uno de los hombres que más ha hecho por el cine español en toda su historia. La grave enfermedad que sufría lo impidió. Su fallecimiento, el 8 de junio, día después del estreno en España de la película que nos ocupa, ha sido llorado por los amantes del celuloide más arriesgado, autoral e interesante. Gracia ha tenido la suerte de crecer junto a ese maestro y su amor por las historias intimistas y llenas de vida ha quedado grabada en su adn.

Su última película es, pues, una prueba más de ello, como lo fueron sus anteriores Siete mesas de billar francés, Héctor, El último viaje de Robert Rylands y Una estación de paso, donde siempre la familia es el epicentro de todos los terremotos matizados de su filmografía. En 15 años y un día nos presenta a Jon, un muchacho (Arón Piper) que consigue con sus actitudes desbordar la paciencia de su madre (Maribel Verdú), quien decide enviarle a pasar una temporada al sur, con su abuelo (Tito Valverde en un rol que se llama como el protagonista de Las palabras de Max, donde la propia Gracia adolescente fue actriz y su padre coguionista y productor).

Así, la falta de figura paterna inicial es llenada por la autoritaria de ese ex militar retirado, acostumbrado a la vida castrense, rígida y estricta, ahora disfrutando de la tranquilidad de la jubilación. Y tal encuentro produce el consiguiente “choque de trenes”, como bien lo define la directora y coguionista. Ni el hombre está acostumbrado al joven, ni el chaval a convivir con un hombre de férreos principios. Pero tienen algo en común: ambos suspenden en inteligencia emocional.

Querejeta no cae en el tremendismo ni en la crónica de sucesos, mucho menos en una radiografía de los jóvenes tiranos que ocupan los noticiarios y algunas películas recientes. Su reto era contar qué convulsión provoca en una familia el hecho de que un adolescente díscolo, de pronto, se acerque demasiado a la muerte, qué pasa por la conciencia del adulto responsable de lo que le pase al muchacho mientras está bajo su custodia. El resultado es una cinta sobria y escueta pero muy emocional, que hace recaer todo el peso del drama sobre los rostros del elenco.

Un film, pues, que no busca al gran público, sino que sigue el famoso dictado del gran Elías Querejeta, a quien está dedicado: "Hacer películas sólo para ganar dinero no me parece interesante".

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