10/10/2014 - La película de Ilmar Raag analiza con piedad los pensamientos de gente que integra los eslabones más débiles de la sociedad

Kertu (Ursula Ratasepp) es una niña distinta del resto de los habitantes de su pueblo. Es extremadamente temerosa y tímida; todo se lo guarda para sí, por lo que no tarda en correr la voz de que es una mentecata. Un día, Kertu se enamora del borracho del pueblo, Villu (Mait Malmsten). Tanto el adicto a la bebida como la introvertida joven son seres marginales de la sociedad. Cuando empiezan a habar una noche en el pueblo, se sorprenden gratamente de lo cómoda que resulta la compañía del otro. Villu parece ser el único que ve a Kertu como una persona normal, mientras que Kertu es la única que no ve a Villu como un mero borracho. Así pasan una bonita noche juntos. Al día siguiente, la familia de Kertu dice estar convencida de que Villu se aprovechó de su hija, a pesar de que ella rechaza la idea de presentar cargos contra él. Pero su opinión poco importa. Para su familia, la idea de que ambos hayan pasado la noche juntos es demasiado incomprensible: ¿cómo puede una mentecata saber lo que es bueno para ella? ¿cómo vamos a confiar en el borracho del pueblo? La pareja se ve separada y los dos amantes deberán luchar para que se oigan sus voces.

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tráiler
ficha de la película], dirigida por Ilmar Raag y proyectada en la sección Cinéscope del festival CinEast, se apoya en las interpretaciones de unos actores realmente capaces. Ratasepp encarna a su personaje de una manera sutil, auténtica y delicada, dando a entender al espectador que bajo el exterior más frágil puede residir una mujer de recia voluntad. Igualmente interesante es el trabajo de Malmsten, en el papel de borracho mujeriego que, con la ayuda de Kertu, descubre su lado más tierno y sensible, aunque no sabe muy bien qué hacer con él.

No sólo emociona ver a los personajes principales, sino que también la labor de las actrices que encarnan a las madres de los protagonistas es impresionante. La de Kertu, interpretada por Külliki Saldre,se debate entre lo que es mejor para su hija y la sumisión a su violento marido, mientras que la de Villu (Leila Säälik) ofrece un retrato poderoso de una mujer que ama y cree en la palabra de su hijo, a pesar de que éste sea un criminal a ojos de sus vecinos.

Como resalta el título de la película, el amor es verdaderamente ciego, y, con esta película, Raag nos advierte amablemente de que nunca lo olvidemos. Hasta unos marginados sociales como una mentecata y un borracho merecen el derecho de tomar sus propias decisiones.

(Traducción del inglés)