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BERLINALE 2015 Special Gala

Woman in Gold: vaya cuadro el de Simon Curtis

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- BERLÍN 2015: Simon Curtis retoma la historia real de la devolución del Retrato de Adele Bloch-Bauer I de Klimt, junto a Helen Mirren, Ryan Reynolds, Daniel Brühl...

Woman in Gold: vaya cuadro el de Simon Curtis
Helen Mirren y Ryan Reynolds en Woman in Gold

La historia era excepcional, tenían los medios necesarios, pero finalmente Woman in Gold [+lee también:
tráiler
ficha de la película
]
, del director originario de Londres Simon Curtis, presentada en Berlín en la sección Special Gala, es tan imaginativo como su subtítulo: “La justicia no tiene precio”. Sin embargo, alrededor de la historia de una de las más rocambolescas y fenomenales devoluciones de una obra de arte robada por los nazis a los judíos que se conocieron durante la historia (la obra en cuestión es el Retrato de Adele Bloch-Bauer I del gran Gustav Klimt, el retrato más caro hasta la fecha, por el que el magnate de la cosmética neoyorquino Ronald Lauder pagó una suma estimada de 135 millones de dólares), Curtis y sus productores británicos y americanos han reunido un estupendo reparto. En el papel de Maria Altmann, la austriaca emigrada a California sobrina de Adele, Helen Mirren se las ve con Ryan Reynolds (que interpreta al joven abogado americano que la ayuda, Randol Schoenberg, su pariente lejano y el nieto del célebre compositor vienés, heraldo del serialismo), Katie Holmes, Elizabeth McGovern... Daniel Brühl, inevitable desde el momento en que una producción internacional se aventura en terreno germanófono, también está en el reparto, con la sencillez por la que lo conocemos, en el papel de un hijo de nazi austriaco que desea expiar los errores de su padre ayudando a los judíos expropiados a recuperar todas las maravillas de las que se les han separado, y que el gobierno austriaco no permite dejar ir. 

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A pesar del costoso dispositivo que parece haber sido puesto en marcha por esta película, el resultado es bastante convencional, empezando por la clásica dinámica del improbable dúo alrededor de la cual se articula la película: primero es Randol el que no está convencido de querer ayudar a Maria, y luego es ella quien piensa en renunciar al agotador combate judicial y diplomático que se necesita para recuperar el recuerdo de su familia, pero finalmente, ambos acaban por entenderse, a pesar de los numerosos personajes “malos” que se proponen ponerle trabas a su objetivo, de lo que Austria no sale especialmente victoriosa.

Por desgracia, no nos lo creemos demasiado. Entendemos que si Maria quiere recuperar su cuadro, no es por le dinero, ni por perpetuar la memoria de todas las víctimas judías: es antes que nada por razones de apego personal, y como la película repite hasta la saciedad, para "recuperar lo que es suyo", algo que, en esta formulación, no incita grandes y exaltantes sentimientos en el corazón del espectador. Por su parte, las razones de Randol para acompañar a Maria en su búsqueda diplomática son también expresadas de manera torpe, incluso un poco ridícula, como la escena en la que de repente toma consciencia, delante de un monumento conmemorativo a las víctimas del Holocausto, de la tragedia vivida por sus ancestros, para luego encerrarse en el baño de hombres para llorar. Esta tendencia clásica americana de querer dar a su identidad una profundidad suplementaria a través de la idea del viejo y originario shtetl se verá naturalmente reforzada por el concierto de música de cámara de su abuelo Arnold Schoenberg, al que asistirá, para después, con el corazón henchido de su nueva identificación sentimental con Austria, dar su mejor discurso. 

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(Traducción del francés)

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