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VISIONS DU RÉEL 2015

Grozny Blues, el susurro apasionado de una Chechenia soñada

por 

- La última película del director italiano de adopción suiza Nicola Bellucci fue estrenada a escala mundial en la competición internacional de largometrajes del festival Visions du Réel de Nyon

Grozny Blues, el susurro apasionado de una Chechenia soñada

Cinco años después de su primer largometraje, Nel giardino dei suoni, con el que triunfó, entre otros certámenes, en las Jornadas de Soleura (máximo galardón) y en el festival de los pueblos de Florencia (premio del público), Nicola Bellucci regresa tras la cámara sin haber perdido un ápice de la sensibilidad y la empatía, tiznadas de una extraordinaria lucidez, que acompañan todo su cine.

Grozny Blues, presentada en estreno mundial en la competición internacional de largometrajes del Visions du Réel de Nyon, es un viaje tan apasionado como dramático en una Chechenia paradójica dividida entre un pasado fantasmagórico y un futuro de aspecto (pos)apocalíptico. La mirada lúcida y sensible de Nicola Bellucci indaga en este territorio incierto y excava entre las pocas carnicerías que aún quedan para arrojar luz sobre un pasado que chilla a grito pelado desde el más allá.

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Veinte años después de la primera guerra de independencia, el rostro de Chechenia ha cambiado de forma a veces grotesca. Su capital, Grozny, vive en un estado de paranoia constante, habitada contemporáneamente por lúgubres vestigios de la guerra y por un glamour ridículamente ostentoso. Nicola Bellucci viaja en un presente que parece no pertenecer a nadie, donde quien estaba ya arrodillado se ve teniendo que arrastrarse para sobrevivir y eludir la mirada de un presidente intransigente, islamista y obstinadamente amartelado por el poder ruso. Los protagonistas de este viaje son aquellos (desde los tres directores militantes por los derechos humanos hasta el gerente de la última sala de conciertos de la ciudad) que en la revolución vieron una vía de escape y ahora tienen que rendir cuentas con una desilusión que a veces quema. Grozny Blues trata de dar voz a los fantasmas que aletean en la capital chechena a través de un complejo sistema de ecos. El zumbido de los discursos revolucionarios y las imágenes dramáticas de la guerra (repertoriadas valientemente por los tres activistas, que se transforman en el hijo rojo del film) se ponen a menudo en paralelo con el boato irreal de la vida cotidiana, como un grito que, en lugar de alcanzar el infinito, choca contra un inmenso muro y regresa en forma de eco, una y otra vez.

Aunque el actual gobierno trata de una manera u otra de hacer desaparecer las señales de la revolución, éstas encuentran siempre el modo de sobrevivir: quizá no concretamente pero sí bajo la forma de recuerdos (dolorosos), miedos y pesadillas. “Todos los signos de la guerra deben desaparecer, ¿pero no son acaso el dolor y el sufrimiento reales?”, se pregunta una de las protagonistas. Como las palabras se pregonan, hay otra gramática que nace y que Nicola Bellucci sabe captar con maestría. Es una gramática de gestos, miradas, fantasmas que todavía vagan en las casas vacías y risas que enriquecen los oídos de quienes han sobrevivido. Los testimonios desesperados de los pocos militantes aún con vida en Grozny y la riqueza extraordinaria del material de archivo que Nicola Bellucci revive en su película nos permiten sumergirnos en una realidad extremadamente compleja: la de un Cáucaso soñado que se ha transformado en una pesadilla. Un trabajo profundo y sensible que merece toda nuestra atención.

Grozny Blues tiene como agente de ventas internacionales a Cineworx GmbH.

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(Traducción del italiano)

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