Madame Marguerite: una voz que desgarra el corazón
por Fabien Lemercier
- VENECIA 2015: Xavier Giannoli nos sumerge con éxito en los años 20 para presentarnos a una cantante fuera de lo común a la que encarna de manera sensacional Catherine Frot
Desde que en 1998 ganó la Palma de Oro al mejor cortometraje y cinco años más tarde presentó su primer largo Les corps impatients, el director francés Xavier Giannoli pertenece a la restringida categoría de autores codiciados por los grandes festivales. Crecido a caballo entre una gran ambición artística y una apetencia por cierto cine popular, el cineasta siempre ha ofrecido a sus actores papeles de oro (véanse François Cluzet en Crónica de una mentira [+lee también:
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ficha de la película] o Cécile de France y Gérard Depardieu en Chanson d’amour [+lee también:
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ficha de la película], dos películas que compitieron en Cannes en 2009 y 2006). Madame Marguerite [+lee también:
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entrevista: Xavier Giannoli
ficha de la película], presentada hoy en la competición de la 72ª Mostra de Venecia, es, además de su sexto largometraje, el primero en el que aborda una temática de época. Giannoli reúne, en efecto, los mejores ingredientes de su sensibilidad y su gusto por los personajes apasionados y obsesionados hasta el extremo para trazar el retrato de una mujer fuera de lo común a la que la actriz Catherine Frot encarna con un genio dramático-cómico estupefaciente. Muy pocos intérpretes harían gala, en efecto, de tal capacidad para hacer tan creíble el aberrante destino de la estadounidense Florence Foster Jenkins, una rica excéntrica íntimamente convencida de la riqueza de su voz, con la que en realidad destroza las mayores óperas con la complicidad de auditorios convenidos e hipócritas: una pasión desquiciada marcada por la mentira que Xavier Giannoli (autor asimismo del guion junto con Marcia Romano) traspone con habilidad en la Francia de 1920 para acabar elaborando un retrato perturbador y divertido de una mujer cuyas grietas rompen las costuras de un entorno social encorsetado.
"¿Pero por qué necesita berrear así? Cómo me cabrea". Por mucho que el barón Georges Dumont (muy bien André Marcon) simule averías en su coche para evitar asistir a las interpretaciones vocales caritativas y privadas de su mujer Marguerite, la verdad es insoslayable: ella canta tan mal ("no dejéis la puerta abierta; es insoportable") y con una convicción tal que revelarle la verdad sería una forma de asesinato moral. Y como quiera que la lírica queda confinada a galas humanitarias en el castillo de la pareja que permiten el nacimiento de verdaderos artistas, las consecuencias lógicas del desastre no terminan de darse. El potencial de mecenas de Marguerite atrae a los oportunistas y embala a los dadaístas ("una auténtica salvaje en mitad de aristocráticos"), lo que le abre las puertas de cabarets vanguardistas en París y la precipita en la organización de todo un recital clásico en una gran sala, frente a un público de verdad. Se siguen cursos de canto a domicilio y un juego de dados trucados, de máscaras sociales en el que la inocencia angelical irresistible de Marguerite se acerca cada vez más a la hora de la verdad...
Partida en cinco capítulos ("La gran Marguerite Dumont", "Un nuevo mundo", "Hacia la alegría", "La voz de su maestro", "La verdad"), la cinta avanza también sobre este hilo, oscilando con gracia entre el ridículo ultracómico del personaje y una emoción dramática siempre subyacente a la que da vida a la perfección una Catherine Frot de un entusiasmo infantil que deja entrever unas profundidades solitarias insondables. Envuelta por la elegancia y la maestría de la puesta en escena, por la fotografía de Glynn Speeckaert y por el vestuario, Madame Marguerite constituye, además, un trampolín estupendo para una actriz excepcional.
Madame Marguerite es una producción de la parisina Fidélité Films junto con Bélgica y la República Checa. El 16 de septiembre llegará a los cines franceses de la mano de Memento, entidad que administra asimismo sus ventas internacionales.
(Traducción del francés)
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