10/09/2015 - VENECIA 2015: Piotr Chrzan debuta en el cine con la historia de unos jóvenes campesinos que en un soleado día de verano del 1943 halla en el bosque a un judío herido y debe decidir qué hace con él

Kamil Przystał, Filip Kosior y Weronika Lewoń en Klezmer

En marzo de 1942, los nazis pusieron en marcha una operación de exterminio de los judíos en Polonia (nombre en clave: Reinhardt) que terminó en noviembre de 1943 con el asesinato de casi dos millones de personas. Durante la operación, muchos judíos encontraron refugio en el campo y pidieron ayuda a los campesinos locales, pero no siempre lo consiguieron. En este contexto se enmarca Klezmer [+lee también:
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entrevista: Piotr Chrzan
ficha de la película], la singular ópera prima del polaco Piotr Chrzan, presentada a concurso en las Venice Days de la 72ª Mostra de Venecia. Una obra de gran fuerza teatral (no en vano el director proviene del teatro, así como todo el reparto) que trata de capturar la complejidad de la relación entre polacos y judíos durante la ocupación alemana: “un periodo decisivo para el desarrollo futuro de mi país”, subraya el director.

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Klezmer es una especie de road movie en el bosque que tiene lugar en el arco de pocas horas. Lejos del frente pero con la guerra omnipresente en sus pensamientos, algunos jóvenes campesinos recogen bayas en el bosque que se halla junto a su pueblo, charlan, flirtean y hacen proyectos para el futuro. Michal (Lesław Zurek, visto en En un mundo libre [+lee también:
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ficha de la película], de Ken Loach) sueña con mudarse a la casa de su hermana en Chicago (“en América no hace falta ser judío para hacer dinero”) y, mientras tanto, trata de seducir a la hermosa Maryska (Weronika Lewoń), que antes de la guerra era una buena chica y ahora sale con contrabandistas. Witus (Kamil Przystał) quiere entrar en el ejército para comer salchichas todos los días, Marek (Szymon Nowak) pretende la herencia del padre: tres hectáreas de terreno… La jornada transcurre tranquila hasta que los cuatro encuentran, extendido entre el follaje, un hombre herido y sin sentido: un judío (Filip Kosior). ¿Qué hacer: ayudarlo o denunciarlo? 

El film se convierte, a partir de ese momento, en un largo y fatigoso viaje para transportar al judío fuera del bosque y llevarlo a su destino, así como una inmersión en las distintas actitudes que los polacos expresaron para con sus compatriotas judíos durante la Segunda Guerra Mundial, todo ello condimentado de prejuicios antisemitas, perlas de folclore popular y mucha sed de dinero. En la puesta en escena pensada por Chrzan, los personajes entran y salen de esa especie de escenario que es el bosque, se alternan, dialogan, desaparecen, reaparecen y todas sus acciones tienen siempre como centro al judío, protagonista absoluto de la escena aun estando mudo, pasivo e impávido. El desfile de personajes que aparecen a lo largo del camino es amplio, empezando por Hanka (Dorota Kuduk, vista en Ida [+lee también:
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entrevista: Pawel Pawlikowski
entrevista: Pawel Pawlikowski
ficha de la película], de Pawel Pawlikowski), la susodicha “tía de los judíos”, y Pazyniak (Rafał Maćkowiak), quien, sin embargo, los entregaría a los alemanes nada más toparse con ellos.

Cada personaje encarna una actitud distinta para con los judíos, yendo desde la compasión hasta la falta total de piedad, pero “los casos extremos, tanto positivos como negativos, fueron raros”, precisa el director, que para preparar su documento tuvo que estudiar muchos informes de la época. “La mayor parte de los polacos fueron observadores pasivos y testimonios del Holocausto”. Un poco como ese judío, inerme, impotente, azuzado por los acontecimientos. Al final, quien parece concentrar el espíritu de ese pueblo volteado por el horror, a la deriva, es él.

(Traducción del italiano)