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VENECIA 2017 Jornadas de los Autores

Samui Song: una mujer oprimida y un crimen imperfecto

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- VENECIA 2017: Pen-ek Ratanaruang abre las 14ª Jornadas de los Autores con un thriller hitchcockiano con su punto de sátira social que acaba confundiendo realidad y ficción y al espectador

Samui Song: una mujer oprimida y un crimen imperfecto
Chermarn Boonyasak y Stéphane Sednaoui en Samui Song

A caballo entre el cine negro y la sátira social, con atmósferas hitchcockianas, un toque de denuncia de la condición femenina en Tailandia y una buena dosis de sangre, Samui Song [+lee también:
tráiler
entrevista: Pen-ek Ratanaruang
ficha de la película
]
, lo nuevo de Pen-ek Ratanaruang, considerado uno de los pioneros de la nueva ola de cine tailandés y seleccionado en varias ocasiones para el Oscar, dio el pistoletazo de salida a la 14ª edición de las Jornadas de los Autores, celebrada entre el 30 de agosto y el 9 de septiembre en el ámbito de la 74ª Mostra del cine de Venecia. Samui Song es una inmersión en la clase alta thai y, más concretamente, en un matrimonio mixto como tantos otros existentes actualmente en Bangkok. El desencuentro entre culturas entre una mujer tailandesa y un hombre occidental puede resultar exasperante y la espiritualidad corrupta genera monstruos.

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Lo que provocará atrición entre Viyada (Chermarn Boonyasak), una hermosa actriz tailandesa de culebrones cansada de verse relegada a papeles de mala, y su marido, Jérôme (Stéphane Sednaoui), un millonario francés que en su laboratorio privado de escultura forja obsesivamente penes (al tiempo que el suyo parece no funcionar ya, como su mujer no deja de recordarle), es el compromiso de este último en una secta budista guiada por el así llamado Santo (Vithaya Pansringarm), un monje de inciertos principios morales. Viyada vive oprimida y sojuzgada por su marido, quien querría introducirla en la secta, llegando incluso a ofrecer su sexo a su carismático líder, en una especie de sacrificio que la deja anonadada. Dispuesta a todo con tal de recuperar la propia libertad, la mujer se dirige entonces a Guy (David Asavanond), un sicario un tanto muerto de hambre que tiene a la madre enferma. Con él se topa en el parking de un hospital (donde ella debe recuperarse brevemente a raíz de un accidente) y él le confiesa que es capaz de hacer desaparecer a todo cónyuge que se haya vuelto incómodo.

Tras haber ironizado sobre unos sacerdotes cerveceros y unos tailandeses obsesionados con las telenovelas, el director convierte la película en la historia de un crimen imperfecto. Todo sale al contrario de cómo estaba previsto y se suceden las fugas y las desapariciones en una mezcla de géneros, drama, giallo y noir. El escenario cambia completamente luego y el público es catapultado a la isla del título, Samui: una especie de buen retiro típico de postal donde una vida diferente es posible y donde reinan la armonía, el amor y la sencillez. La intriga se complica y acaba por confundir la realidad y la ficción y, de paso, un poco al espectador, a fuerza de metacine y cambios de identidad. Pues hasta en el lugar más remoto, donde uno cree estar a salvo y libre finalmente de las restricciones sociales, el pasado puede regresar de un momento a otro y poner todo patas arriba, incluso aquello invisible hasta ese instante: un giro de lo más clásico y sutil en su construcción que, sin embargo, puede acabar dejando un regusto incierto y no del todo satisfactorio.

Samui Song es una coproducción entre Tailandia (Bluering Company Ltd.), Alemania (Augenschein Filmproduktion) y Noruega (Tenk.tv). De las ventas internacionales se encarga UDI - Urban Distribution International.

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(Traducción del italiano)

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