30/11/2017 - Lo último de Roberta Torre, presentado en el Festival de Turín, es una adaptación musical oscura y contemporánea del Ricardo III de Shakespeare, que está en cines italianos desde el 30 de noviembre

El último largometraje de Roberta Torre, Riccardo va all'inferno [+lee también:
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ficha de la película], presentado en la sección Afterhours del Festival de Turín, no podría ser más contemporáneo. El personaje principal de la película, Riccardo (interpretado por Massimo Ranieri, que aparece calvo) deambula por las calles oscuras del barrio Tiburtino III en Roma y recorre los edificios gubernamentales de Italia en 1994 con ansias de regresar al poder. La directora nos recuerda que el personaje de Riccardo básicamente no varía, independientemente de quien lo interprete. La historia es la siguiente: Riccardo es el más joven de la familia Mancini, que gobierna el barrio Tiburtino III en Roma. Riccardo, a quien le acaban de dar de alta en un hospital psiquiátrico, se pone como objetivo recuperar el poder, a cualquier precio.

En su nueva película, Roberta Torre combina el musical (Tano da morire) con Shakespeare (la adaptación de Romeo y Julieta en Sud side stori), pasando por opereta, pop, tecno y algunas reminiscencias de rock progresivo. Por ende, no es casual que Mauro Pagani haya sido el compositor de la banda de sonido. La película pasa rápido de ser una tragedia a una comedia con un sin número de referencias enciclopédicas al cine (ver Baz Luhrmann y las dos versiones de Nosferatu, la de Murnau y la de Herzog). La complejidad del escenario de estilo psicodélico y barroco es un reflejo de los mecanismos de poder que se utilizan para cometer crímenes asombrosos; los mismos que recurren a la demencia para intentar justificar hasta los crímenes más horrorosos.

Algunos de los homicidios han quedado tan marcados en nuestra memoria y se cometieron utilizando artilugios tan vulgares que se convirtieron en una fuente de inspiración y éxito para programas populares de la televisión nacional italiana de los últimos 30 años. El clímax sucio y corrupto resulta tan vergonzoso que por momentos llega a ser sublime, llegando a acordarnos del Marqués de Sade. Por ello, elogiamos la selección de Massimo Ranieri para el reparto, que en 1988 preguntó "¿Por qué me eligen a mí?" (cuando cantó Perdere l'amore en el festival de San Remo de 1988, quien escribe esta nota solo tenía tres años de edad pero aún lo recuerda). Tiene sentido, no podrían haber encontrado a alguien más apropiado para interpretar al protagonista de la película. Lo mismo ocurre con el resto del reparto, Pagani en la composición musical, Tommaso Ragno interpretando a Edoardo, y los hermanos gemelos Teodoro Giambanco y Silvia Calderoni (quien ya había tenido un rol protagónico junto a Vincent Gallo en The Legend of Kaspar Hauser [+lee también:
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ficha de la película] dirigida por Davide Manuli).

La película se saca la responsabilidad de crear una gran belleza, y el uso excesivo de imágenes y algunos artilugios (que nos encantaría ver una y otra vez) no afectan la visión de la película. Es una fiesta alegre de colores saturados que, a diferencia de los programas televisivos, no busca aturdir al público. Los monólogos fueron transformados en canciones, que invitan al público a reflexionar. 

Riccardo va all'inferno es una exploración estética que, al describir con una atmósfera de ensueño la decadencia moral en la que la sociedad moderna se está sumergiendo, lamentablemente incomoda al espectador. La directora Roberta Torre presenta al personaje de Riccardo como el símbolo del poder que, inevitablemente, por su propia naturaleza arrastra a cada persona y a cada cosa que se cruza por su camino al infierno. Probablemente deberíamos refrescar nuestros conocimientos sobre Shakespeare. 

La película fue producida por Paolo Guerra en forma conjunta con Agidi, Rosebud Entertainment Pictures y Medusa, que hará su distribución en los cines italianos a partir del 30 de noviembre.

(Traducción por David Aquino)