Crítica: Lazzaro felice
por Marta Bałaga
- CANNES 2018: Alice Rohrwacher regresa a competición a Cannes con una historia inspirada en hechos reales desigual pero tremendamente interesante que demuestra que solo está calentando como narradora
Aunque el pausado arranque de Lazzaro felice [+lee también:
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ficha de la película], proyectada a concurso en el 71º Festival de Cannes, pueda parecer familiar a quienquiera que haya visto la anterior película de Alice Rohrwacher, la deliciosa El país de las maravillas [+lee también:
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ficha de la película], seguramente por la fotografía voluptuosa de su colaboradora habitual, Hélène Louvart, o la participación de su hermana, Alba Rohrwacher, uno no tarda en darse cuenta de que esta vez la directora italiana ejerce su función con un carácter más lúdico.
La extraña historia de la cinta, una mezcla entre el realismo cinematográfico y la fábula, nos cuenta cómo un campesino joven y amable como Lazzaro (Adriano Tardiolo, que en otra época habría ocupado su tiempo posando para Caravaggio) entabla una amistad improbable con el marqués Tancredi (Luca Chikovani) tras su llegada al bucólico pueblo de Inviolata a petición de su madre (Nicoletta Braschi, que regresa a la gran pantalla tras la debacle de 2005 El tigre y la nieve [+lee también:
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ficha de la película]). Aunque todo parece indicar que estamos en los años 80, se diría el aislado lugar podría existir más allá del tiempo. Pronto sabremos por qué.
Suena extraño y, en efecto, lo es. El hecho de que uno se llame Lázaro, como el hombre que Cristo resucitó, y que otro se llame igual que el líder medieval de la Primera Cruzada, Tancredo de Galilea, contribuye a la confusión. La sensación, siendo perfectamente honestos, no es del todo desagradable. Hay aquí un cierto sentido lúdico a lo Terry Gilliam, especialmente en la afición por tomar la realidad y moldearla para que encaje en la propia imaginación ilimitada: un resorte que Rohrwacher ya había empleado antes pero nunca a esta escala. Ella es una realizadora más misericordiosa y conoce a sus personajes lo suficientemente bien como para no salirse del camino con decisiones de lo más estrafalario, aunque a veces se congratule en su ejercicio. Sin revelar el mayor de sus giros, que abundan, baste decir que Lazzaro felice no es otro drama respetable. Se trata justamente de que no quede clara cuál es su esencia.
Ningún problema con ello: parte del placer aquí deriva precisamente de saber perfectamente que este experimento de película no será del gusto de todos. Lo que sí parece muy improbable es que se convierta en un éxito de masas internacional como El país de las maravillas –que, aun con todos sus encantos, era una apuesta bastante segura–. Aquí hablamos de una película sin duda más interesante y más valiente aunque a veces muerde más de lo que masca. Cabría acusar a Rohrwacher de muchas cosas –decir demasiadas cosas a la vez es el ejemplo más obvio; otro sería la confianza excesiva en las habilidades sin examinar de los novatos ante la cámara– pero nunca de resultar aburrida.
Lazzaro felice es una producción de Carlo Cresto-Dina para Tempesta en asociación con Rai Cinema y en coproducción con las francesas Ad Vitam Production, ARTE France y KNM, las suizas Amka Films Productions y RSI-Radiotelevisione Svizzera y la alemana Pola Pandora. De sus ventas internacionales se ocupa The Match Factory.
(Traducción del inglés)
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