18/10/2018 - La cinta ganadora de la Paloma de Oro en DOK Leipzig de Ana Dumitrescu, que examina cómo un nonagenario percibe el mundo, se proyecta en el Astra Film Festival, en la sección Mature View

¿Cómo un nonagenario mira al mundo y rememora la vida y la historia? Ana Dumitrescu es la directora francesa de origen rumano autora del largometraje documental Licu, a Romanian Story [+lee también:
tráiler
ficha de la película], por el que ganó la Paloma de Oro en DOK Leipzig el año pasado y está impaciente por responder a estas preguntas. La película se proyectó el día 25 en el Festival de Cine Astra (que se celebró del 15 al 21 de octubre en Sibiu), en la sección Mature View. También participó en la competición rumana, cuyos premios se anunciaron el sábado por la noche. 

Hay un refrán rumano que dice: “Quien no tenga ancianos cerca, debe buscarse alguno”. Licu, a Romanian Story es el equivalente cinematográfico de este refrán, pues se centra en un protagonista entrañable y también muy importante: el nonagenario Liviu (cuyo diminutivo es “Licu”) Canţer. En la pequeña casa donde vive en Sibiu, la ciudad donde se celebra el Festival de Cine Astra, Licu se abre ante la cámara de Dumitrescu, compartiendo su visión personal de la historia, el comunismo, el amor y la pérdida, pero también haciendo las veces de punto de encuentro inmensamente interesante y sereno entre la historia pequeña e individual y la más amplia, nacional y universal.

En esta época, en la que parece que miramos exclusivamente hacia el futuro, Licu nos hace parar y reflexionar para hacernos conscientes de que conocer y entender los errores del pasado puede preparar el camino para un mañana mejor. La sabiduría se obtiene de la experiencia (y, con frecuencia, de las desgracias y pérdidas), de modo que lo mínimo que podemos hacer por Licu es prestarle atención durante poco más de 80 minutos. Licu tiene definitivamente una perspectiva más amplia de la vida y la historia que la mayoría de nosotros, tras haber vivido de primera mano la tragedia de la guerra, las ansiedades y las penurias del comunismo, el entusiasmo de la Revolución de 1989, la difícil transición a la democracia y la frágil estabilidad del presente. 

Pero Licu, a Romanian Story es más que una larga conversación sobre el pasado. Con la aguda mirada de Dumitrescu, e imágenes en blanco y negro y alto contraste, el documental crea un espacio encantado sobre el que el débil y digno Licu reina en calma. En un momento dado, se queja de estar completamente solo en el mundo. “Ellos no vivieron tanto tiempo”, comenta de su familia y amigos que ya se fueron. Pero a través de la magia del cine, el poder del encanto del anciano, las historias sinceras y el uso eficaz de algunas viejas fotos, otros personajes ocupan la película. Loulou, la mujer de Licu, se convierte en la protagonista de una encantadora historia de amor. Viorel, su hermano, es el protagonista de una tragedia. Y el propio Licu parece el héroe de una película de aventuras que se extiende durante una década, sentenciado a diario por su supervivencia a una vida solitaria. 

Hay una escena en la que Licu está durmiendo tan tranquilamente que nos hace temer que hubiera muerto. Al ver sus mejillas hundidas, nos damos cuenta de que su dentadura postiza se encuentra en la mesilla de noche de al lado. No hay explotación o intrusismo en la escena, porque la película de Dumitrescu no se esconde de la realidad: no importa lo rica que haya sido la vida de Licu, el final puede estar cerca. Es una invitación al carpe diem, a apreciar cada minuto de nuestras vidas, pero también a apreciar algo que puede perderse para siempre: la sabiduría de un hombre que lo ha visto todo. 

Licu puede que esté viejo y puede que su casa esté sucia, pero su dignidad, coraje, serenidad y amabilidad son eternas.

Licu, a Romanian Story ha sido producida por Jules et Films. Taskovski Films gestiona las ventas a nivel internacional, y Rollercoaster PR se encargó de su lanzamiento en Rumanía el 24 de agosto.

(Traducción del inglés por Cynthia Triviño)