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LONDRES 2018

Crítica: El rey proscrito

por 

- El escocés David MacKenzie llega a Londres con un montaje más corto de su cinta sobre cómo Robert Bruce se convirtió en un delincuente

Crítica: El rey proscrito
Chris Pine (derecha) en El rey proscrito

Desde su prestreno en la inauguración del Festival de Toronto, El rey proscrito [+lee también:
tráiler
ficha de la película
]
ha perdido 20. Ahora figura entre las proyecciones Gala del Festival de Londres, donde se podrá ver una versión más acabada, más contundente y, en suma, más entretenida de la cinta. El realizador escocés David MacKenzie ha admitido que percibió la apatía del público en la proyección de Toronto, así que volvió a la sala de montaje, y esta nueva versión definitiva, que estará disponible en Netflix, supone una mejora notable, sobre todo en su primer acto, donde el director ha cortado más material. 

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Sin embargo, hay ciertas cosas que no tienen remedio; entre ellas, destaca la decisión de MacKenzie de mantenerse fiel al reparto de su anterior film, Comanchería (proyectada en Cannes), lo cual implica la mala decisión de darle a Chris Pine el papel de Robert Bruce. Lo mejor que se puede decir de su acento escocés es que supera el de Christopher Lambert en las películas de Los inmortales.

El rey proscrito está ambientada hace siete siglos y cuenta la historia de cómo Bruce pasó de ser el aristócrata que se rindió ante el rey inglés Eduardo (Billie Howle) a un rebelde al margen de la ley. El nuevo montaje ayuda a Pine en la medida en que salta directamente al diálogo: buena parte de los planos en los que el actor mira lánguidamente al infinito han sido eliminados. Además, al omitir personajes secundarios, se ha realzado la interpretación de Florence Pugh en el papel de Elizabeth de Burgh, la prometida de Robert Bruce tras la muerte de su primera esposa en el parto de su hija.

Pugh encarna a de Burgh como la mujer detrás del hombre: ofrece a Bruce consejos políticos que este no pide, cría a su hija y reaviva su vida sexual. El coprotagonista de Pine en Comanchería, Aaron Taylor-Johnson, vuelve a lucir una enorme barba en el papel del valiente y leal soldado James Douglas. 

Sin embargo, estamos ante una película muy desigual. El montaje del primer acto pretende establecer el mundo y los conflictos de la cinta con la mayor eficacia posible, pues luego el ritmo se hará más pausado en las grandiosas batallas. El problema es que las escenas de guerra palidecen en comparación a las de ese clásico del cine medieval escocés, Braveheart, en el que Mel Gibson resplandeció como William Wallace. Las escenas de acción se estancan en su propio barro, sin llegar a alcanzar la tensión o intensidad requerida.

Este ha sido un proyecto muy personal para MacKenzie, pero su film estaba destinado a la mediocridad desde el momento en que dio a Pine el rol protagonista. MacKenzie quizás habría hecho mejor en dar el papel de líder a Taylor-Johnson y dejar a Pine como su leal aliado. 

El rey proscrito es una producción de la compañía británica Sigma Films y la estadounidense Anonymous Content.

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(Traducción del inglés)

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