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DOK LEIPZIG 2018

Crítica: Una primavera

por 

- En su primer largometraje, Valentina Primavera se basa en una historia personal para firmar una espantosa declaración sobre la violencia cotidiana y atávica que paraliza a su país

Crítica: Una primavera

DOK Leipzig ha acogido este año el estreno mundial de dos películas dolorosamente lúcidas realizadas por mujeres, centradas en los atavismos patriarcales que están paralizando profundamente a la sociedad italiana. La realizadora Claudia Tosi ha presentado en competición I Had a Dream, una cinta que se centra en un fracaso global, y que parece tener más peso debido a su dimensión política. Sin embargo, el enfoque personal que adopta Valentina Primavera en Una primavera [+lee también:
tráiler
ficha de la película
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(Programa Internacional), así como su relación íntima con la protagonista, le permiten concentrarse directamente en el retroceso político e ideológico a través de una unidad fundamental: la familia. Primavera decide filmar la historia de su propia madre, Fiorella, desde el momento en el que ésta decide abandonar a su marido.

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Cuando Fiorella expone las razones que la han llevado a tomar esta difícil decisión, con lágrimas en los ojos, nos preguntamos por qué ha esperado tanto tiempo para terminar con su relación. Ella misma explica que siempre se ha sentido presionada, tanto por su suegra como por su madre, a sufrir en silencio para no “deshonrar” a su familia. De hecho, mientras que la vergüenza de su familia parece más o menos oculta y consciente, su intento por distanciarse de ellos para poder vivir su propia vida tiene como consecuencia una profunda soledad. De esta forma descubrimos que Fiorella vive constantemente oprimida por los suyos, y que nunca ha logrado vivir como una mujer independiente.

Fiorella está atrapada en un contexto que parece dulce y familiar, pero que resulta igual de despiadado que la mentalidad que lo sostiene. Citando a Sartre, Fiorella está rodeada por un infierno que no se encuentra en los “demás”, sino en el seno de la propia “familia”. Resulta aterrador comprobar que Valentina, la directora, que acompaña la huida de su madre con una voz suave y cercana a lo largo de toda la película, es la única que intenta ayudarla. La falta de empatía de su hija mayor (que en cierto momento le dice que “es libre de hacer lo que quiera, pero tendrá que enfrentarse a las consecuencias”) es tan solo la primera de una serie de reacciones que expresan una violencia difusa e injusta contra ella. Con el paso del tiempo, empezamos incluso a escuchar halagos hacia su marido, admirando su paciencia durante la ausencia de Fiorella. Uno de sus tíos va más allá y, citando a Mussolini, comenta que es mejor que una mujer se case con un león que con una oveja, ante la indiferencia de los demás.

Valentina no se centra en el intento de emancipación de su madre, sino en su profunda imposibilidad. La visión que ofrece sobre un mundo que ha decidido dejar atrás es desoladora, y nada en la película sugiere que estos arcaísmos vayan a dejar de perpetuarse. Cuando su sobrina adolescente comenta emocionada que el chico que le gusta habla constantemente acerca de su bici, la joven es incapaz de admitir que no le interesa, y en su lugar dice que “simplemente no lo entiende”. En el universo descrito en Una primavera, un mundo en el que la mayor preocupación de un marido es que su esposa “coma” antes de que la comida se enfríe, la felicidad femenina se ve irremediablemente reducida a pequeños momentos de placer: un paso de baile, el sabor de una cereza, una canción...

Una primavera es una coproducción entre Italia, Alemania y Austria, a cargo de Johannes Schubert.

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(Traducción del francés)

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