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PELÍCULAS / CRÍTICAS

Crítica: Gauguin a Tahiti. Il paradiso perduto

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- La temporada 2019 de las cintas evento de Nexo Digital dedicadas al arte se abre con la docuficción de Claudio Poli sobre el gran pintor, que eligió Polinesia como tierra de adopción

Crítica: Gauguin a Tahiti. Il paradiso perduto

De Marsella a Tahití, de las playas vírgenes de la Polinesia hasta los museos de las grandes metrópolis estadounidenses: el trayecto de ida y vuelta entre el caos del mundo occidental y un Edén lejano y ancestral es el tema de Gauguin a Tahiti. [+lee también:
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, el nuevo documental de la serie La Grande Arte al Cinema de Nexo Digital, estrenado como evento especial en las salas italianas el 25, 26 y 27 de marzo. La cinta, realizada por Claudio Poli (director de Hitler vs. Picasso y otros artistas modernos [+lee también:
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, Nastro d'argento 2019 a mejor película evento sobre arte) a partir de una idea del historiador de arte Marco Goldin y de Matteo Moneta (autor del guion), es narrada por Adriano Giannini (Acuarela [+lee también:
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, actualmente rueda el nuevo film de Nanni Moretti, leer el artículo). La película recorre la carrera del pintor francés "rebelde" Paul Gauguin, el artista que a los 43 años, en 1891, lo dejó todo para instalarse en Polinesia, en las antípodas de la civilización, y seguir su inspiración primitiva.

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"Todos soñamos con montarnos en un barco y viajar a otros lugares. Él lo hizo, y por eso le gusta tanto a todo el mundo", dice con mucho acierto la historiadora del arte Caroline Boyle-Turner, que se cuenta entre los muchos expertos internacionales, curadores de museos y profesores universitarios que han participado en la cinta. La huida de Gauguin lejos de París y las modas artísticas de la época (sobre todo, el impresionismo) hacia las costas rudas y salvajes de la Bretaña no es sino la primera etapa de un viaje que le llevará posteriormente a izar velas hacia lo desconocido y, después de dos meses de navegación, desembarcar en los trópicos, donde se quedará ininterrumpidamente hasta su muerte. El innegable elemento fascinador de este relato vital, esta fuga radical fuera del mundo moderno y el conformismo, se refuerza mediante imágenes de los lugares donde Gauguin vivió sus años polinesios y la lectura de canciones escritas por él, así como cartas a parientes o amigos, textos en los que abundan frases como "Cuando se tiene libertad, ¿de qué sirve la gloria?", o "Soy fuerte porque hago lo que siento en mi interior", que evocan posibles vidas alternativas con las que a menudo soñamos.

Y luego, por supuesto, está su arte, que es completamente diferente de todo lo que circulaba en aquellos años. Sus cuadros, que hoy se conservan en museos de Nueva York, Chicago, Washington y Boston, son para los visitantes modernos como un pedazo de paraíso en medio del caos de la vida urbana, un privilegio que le ha sido negado al público polinesio. En efecto, como subrayan los creadores de la cinta, la paradoja es que en Tahití no queda ni un solo cuadro de Gauguin, hasta el punto de que una sobrina nieta del pintor, entrevistada en la película, declara no haber visto nunca las obras de su ilustre pariente, que descubre por primera vez ante nuestros ojos, a través de fotografías.

Gauguin a Tahiti, con banda sonora del compositor y pianista Remo Anzovino, es una producción de 3D Produzioni y Nexo Digital con el respaldo de Intesa Sanpaolo. El film se distribuye en 360 salas. Se inscribe en un formato original que funciona bien (leer la entrevista de Franco di Sarro, de Nexo) y ha sido vendido a 38 países en el mundo (15 de los cuales ya tienen fecha de estreno, entre finales de marzo y finales de octubre). Otros 16 países se encuentran en negociación. Las otras películas sobre arte programadas este año son Il museo del Prado - La corte delle meraviglie (15, 16 y 17 de abril), Il giovane Picasso (6, 7 y 8 de mayo) y Dentro Caravaggio (27, 28 y 29 de mayo).

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(Traducción del italiano)

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