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CANNES 2019 Quincena de los Realizadores

Crítica: Solo nos queda bailar

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- CANNES 2019: Levan Akin nos descubre un universo tradicional tan rudo como hermoso, a través de un bailarín georgiano que se enamora, por primera vez, de un compañero

Crítica: Solo nos queda bailar
Bachi Valishvili y Levan Gelbakhiani en Solo nos queda bailar

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tráiler
entrevista: Levan Akin
entrevista: Levan Gelbakhiani
ficha de la película
]
, el tercer largometraje del sueco de origen georgiano Levan Akin (que también ha dirigido varias series) y el primero en georgiano, ha sorprendido gratamente al público de la Quincena de los Realizadores del 72º Festival de Cannes. La película se apoya en su joven héroe, Merab (interpretado por el encantador Levan Gelbakhiani), un joven bailarín del Ballet Nacional Georgiano que trabaja duro bajo la atenta mirada de su estricto profesor; pero lo hace con tanta energía que pronto comprendemos que él no es como su hermano ni como los demás miembros de su familia, que han perpetuado la tradición de las danzas georgianas antes que él. Descubrimos esta tradición, exaltada por una magnífica escena de canto polifónico, a través del prisma de su vitalidad y de su alegría de vivir, que resulta contagiosa.

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Este amor por la vida y por las tradiciones también es compartido por sus compañeros, a quienes conoce desde siempre (y hasta llega a formar un dúo con una chica, a la que todos consideran su futura novia). En este clima de cohesión donde Tbilisi parece una ciudad alegre, que rebosa juventud, a penas percibiríamos la precariedad y la crueldad en la que vive Merab si no fuese porque durante toda la película vemos que su familia vive en la pobreza, que su padre lamenta con amargura su destino y que su profesor subraya que la danza georgiana debe oponerse al “candor virginal” de las chicas con una masculinidad fuerte.

Sin embargo, cuando se presenta en su clase un compañero nuevo, Irakli (Bachi Valishvili), un chico castaño de belleza magnética, que desde el principio se perfila como un posible rival para él, que sueña con entrar en el Ballet Nacional, bastan unos intercambios de sonrisas (así es como se comunica Merab cuando no baila; y por “comunicar” nos referimos conocer a los demás en profundidad y establecer una complicidad que se prolonga hasta el espectador, que también sonríe de oreja a oreja) para que los jóvenes conecten y estalle la felicidad que encuentran en ello, y que ya no les confunde.

Lo más bonito, además de la expresión de Merab cuando se descubre enamorado (se descubre, sin más), es que sucede de una forma muy natural, sin que este encantador héroe se haga preguntas (no más de las que se hacía antes, cuando seguía con alegría un camino ya trazado). Aquí, el punto de malestar o de rebelión, de ruptura violenta, surge cuando la situación se hace evidente y aparece la posibilidad de convertirse en un cuerpo indeseado en un organismo que puede terminar expulsándolo. Merab es un personaje formidable, que conmueve con su pureza y su dulzura, porque llega a comprender lo que tiene delante y se aferra con afecto a lo que tiene en los brazos. Esto ocurre porque él sigue un proceso de afirmación de sí mismo de joven héroe homosexual, que no pasa por un rechazo ni por una traición, pero que trasciende con gracia esta dinámica. Solo nos queda bailar es una película adorable y original, que nos presenta a una sociedad tradicional tanto en su belleza como en su intolerancia pero, sobre todo, con amor.

Solo nos queda bailar ha sido producida por French Quarter Film (Suecia), en coproducción con Takes Film (Georgia) y AMA Productions (Francia). La agencia parisinaTotem Films gestiona los derechos internacionales.

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(Traducción del francés)

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