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CANNES 2019 Un Certain Regard

Crítica: Homeward

por 

- CANNES 2019: El primer largo del ucraniano Nariman Aliev es, bajo la forma de una procesión fúnebre, una alegoría del destino del pueblo tártaro, obligado a la errancia

Crítica: Homeward
Remzi Bilyalov y Akhtem Seitablaev en Homeward

En el cine, Crimea evoca a menudo vastas extensiones vacías, poco hospitalarias, y relatos que se despliegan a la medida de este territorio. Es el caso del primer largo del ucraniano Nariman Aliev, presentado en el 72º Festival de Cannes, en la sección Un Certain Regard, aunque Homeward [+lee también:
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]
se desarrolla íntegramente en el exterior de este territorio ucraniano ilegalmente anexionado por Rusia, en rumbo hacia ella, más concretamente. El recorrido que seguimos aquí será, ciertamente, lento y laborioso, y cruzará un territorio hostil.

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¿Cómo podría ser de otra forma cuando la cinta comienza en un depósito de cadáveres en el que un padre, Mustafa (Akhtem Seitablaev), y su hijo menor, Alim (Remzi Bilyalov), esperan bajo un neón vacilante a ver el cuerpo del hijo mayor? Este último ha caído en el Dombás, adonde había partido como voluntario. Una vez pasada la apabullante explosión de emociones de Mustafa al ver el cuerpo lívido y lleno de balas de su hijo, una vez pasado el bloque de la administración, gracias a unos billetes deslizados en las manos correctas, él encierra todos estos sentimientos en su interior parara llevar a cabo con el máximo rigor el deber que le impone la religión musulmana y la tradición tártara. Y entonces, el padre y su hijo mejor emprenden camino en silencio, llevando en el maletero el cadáver, que Mustafa trata de llevar lo más rápido posible a su tierra de procedencia, para realizar todos los ritos como es debido.

Lo que queda de manifiesto en este viaje, del cual la prometida (ucraniana) del difunto está imperativamente excluida, este viaje extremadamente largo y penoso, pues los obstáculos se multiplican a lo largo del camino mientras que el cadáver empieza a descomponerse, es la tenacidad del padre, que está enfermo, pero decidido a llegar hasta el final. Esta resolución de hierro, a la cual, durante las primeras escenas, Alim no puede sino someterse, aunque no la comprenda siempre, parece en algunos momentos cabezonería (y Aliev plantea la cuestión de la validez de la preservación de la tradición a todo precio), pero la función de este periplo también es hacernos comprender en profundidad lo que representa, y por qué es tan importante para esta familia.

El destino de esta familia coincide, en efecto, con el de todo el pueblo tártaro, deportado masivamente por Stalin en 1944 (de forma que a la caída del Telón de Acero, no quedaba ningún tártaro en Crimea) y poco respaldado, ya sea por Kiev o por los ocupantes eslavos instalados en Crimea, en sus intentos de retorno tras la caída de la URSS, tentativas que, para muchos, entre ellos, el difunto padre de Mustafa, fracasarán, haciendo de los tártaros apátridas, a pesar de estar tan cerca de su tierra.

De este trabajo alegórico, filmado de manera sobria y clásica, se desprende una belleza triste y tierna que remite al estado de todo este pueblo del que se habla tan poco, del que Aliev nos ofrece, a través de la dolorosa misión de Mustafa, el desgarrador canto fúnebre.

Homeward es una producción de la compañía ucraniana Limelite [+lee también:
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. Las ventas en el extranjero están a cargo de Wild Bunch.

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(Traducción del francés)

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