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VENECIA 2019 Sconfini

Crítica: Effetto Domino

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- VENECIA 2019: Alessandro Rossetto vuelve al festival italiano para hablar sobre emprendedores que no pudieron conseguir lo que quisieron

Crítica: Effetto Domino

Después de que su largometraje Piccola patria [+lee también:
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consiguiese llegar hasta la sección Orizzonti del Festival de Venecia en 2013, el director paduano Alessandro Rosetto conquista ahora la sección Sconfini con Effetto Domino [+lee también:
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. Una película que, pese a basarse en una novela de su paisano Romolo Bugaro, también sirve de forma bastante consistente como continuación de su anterior largometraje.

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Esto se debe, principalmente, a que utiliza el mismo elenco que en su anterior película, incluida la gran revelación de Piccola patria, Maria Roveran. En esta primera película intentaba capturar, entre otras cosas, la creciente desconfianza de los italianos hacia el Otro, especialmente hacia aquellos con un nombre fonéticamente distinto o, Dios no lo quiera, un color de piel diferente. Effeto Domino, en cambio parece tener como tema principal el estancamiento de la economía. Sus protagonistas, interpretados por Diego Ribon y Mirko Artuso, se lo juegan todo en (otra) oportunidad única en la vida y acaban recibiendo el bombón sin licor, como dijo con gran acierto Marilyn Monroe en Con faldas y a lo loco.

Esta sensación de repertorio teatral se adapta a la historia, muy modesta y cuyos diálogos, al igual que en Piccola patria, están en su mayoría en el dialecto local. Una situación que aumenta, si cabe, el aislamiento que sufren estos personajes, sobre todo en comparación con unos grandes depredadores que esperan pacientemente para sacar rédito de sus errores. La película bien podría haberse llamado No Way Out, ya que cada problema causa de forma casi inmediata uno nuevo, y en la que la idea inicial de los protagonistas, convertir antiguos hoteles en residencias de retiro de lujo, se desmorona antes incluso de haber empezado a tomar forma.

Sin embargo, cada vez que Rosetto abandona a este desafortunado dúo (y sobre todo al personaje cautivador e insensible de Ribon) para centrarse en otras subtramas la historia tiene dificultades para convencer a sus espectadores. El añadido de un caricaturesco grupo de altos ejecutivos extranjeros tampoco ayuda. Sobre todo, cuando dicen líneas como: “En chino, su nombre significa edificio”. ¿Acaso buscaba esta frase poner de relieve que el foco de esta historia es el mercado inmobiliario? Espero que no.

Rosetto parece en ocasiones distraerse por elementos que funcionan bien en papel, pero no tanto en el cine. Algunos ejemplos son el uso de un narrador que nos recuerda de forma muy poco sutil que Effetto Domino está basado en un libro, o el repentino estruendo de Lily Allen, que confundirá a muchos espectadores. Eso sin mencionar la tendencia a explicar demasiado en sus diálogos, lo cual funciona en detrimento de las interpretaciones realistas del reparto. Por suerte, hay algo atrapante en la ambientación olvidada y destartalada de la que hace gala la película; lúgubre, pero también tierna. Una atmósfera que recuerda a algunos de los mejores documentales de Rosetto. “¿Dios lo perdona todo?”, pregunta un hombre que, en busca de validación para sus actos, acaba en una iglesia. “Bueno, no todo”, escucha como respuesta. Al menos, no en las películas de Rosetto.

Effeto Domino, producida por Francesco Bonsembiante para las italianas Jolefilm y Rai Cinema, fue creada con el apoyo del programa Europa Creativa.

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(Traducción del inglés por Raúl Alcantarilla)

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