Crítica: The Painted Bird
por Jan Lumholdt
- VENECIA 2019: La historia artística y audaz de Václav Marhoul sobre el sufrimiento de un niño durante la Segunda Guerra Mundial se encuentra en el límite entre lo sublime y lo ridículo

La película más osada de la competición de este año en el Festival Internacional de Cine de Venecia es una adaptación de casi tres horas de duración del best seller de Jerzy Kosiński, publicado en 1965, sobre la dura vida de un niño en Europa del Este durante la Segunda guerra Mundial. El director Václav Marhoul (Tobruk) apunta alto con esta película, que cuenta con un reparto internacional, donde varios actores han sido doblados al intereslavo (la primera película en incluir esta lengua), grabada en blanco y negro, y en 35 mm. ¿The Painted Bird [+lee también:
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ficha de la película] puede estar a las puertas de un importante premio o es simplemente un trasto?
Durante los primeros 20 minutos, ambas opciones son posibles. Nuestro desventurado niño (Petr Kotlar) empieza por sobrevivir a los golpes de los chicos del barrio, que también prenden fuego a su mascota, un hurón. “Tus padres vendrán a buscarte pronto”, le dice la supervisora, que parece una abuelita, mientras se dispone a decapitar a un pollo. El chico (que nunca es llamado por su nombre) juega con un violín mecánico de juguete y acaricia una raída foto de su familia (respetable y judía). La anciana se sienta en su silla y muere; al niño se le cae el farol y la casa se incendia. Los vecinos, furiosos, lo golpean con palos y lo venden a una curandera, que pronto ata una cuerda a la muñeca de su nuevo asistente.
The Painted Bird, que siempre se mantiene en el límite entre lo sublime y lo ridículo, consigue evitar cualquier atributo. Es admirable que mantenga el interés a pesar de su larga duración, gracias a su estilo, a su reparto y a la división en diferentes capítulos, que llevan el nombre de las personas con las que se encuentra el chico. Después de “Marta”, la señora mayor, y “Olga”, la curandera, el chico trabaja para “Miller” Udo Kier, en la interpretación más despiadada que se haya visto. “Lekh”, el cazador de pájaros, pinta las alas de uno de sus gorriones y lo tira al aire para que los otros pájaros lo hagan trizas (una metáfora clara para el chico). Tenemos a Stellan Skarsgård en el papel de un alemán decente, a Harvey Keitel como un sacerdote con buenas intenciones, a Julian Sands como un granjero pederasta, a Julia Valentova como una chica de campo obsesionada con el sexo, y a Aleksei Kravchenko y Barry Pepper, que interpretan a dos rusos. Asesinatos variados, fornicaciones (principalmente forzadas), violencia contra los animales (incluida la zoofilia) y personas que se sacan los ojos pasan factura al chico, que se vuelve cada vez más violento.
Sin contar algunos enfrentamientos prensa-público (Udo Kier sacándose los ojos con una cuchara es una escena fuerte), The Painted Bird ha sido recibida con un justo aplauso. Su manierismo artístico y audaz, y el hecho de estar basada en obras maestras similares, como La infancia de Iván y Ven y mira (a cuyo actor protagonista ha recuperado), pueden romperse en pedazos, como el pájaro del título. Como decimos, estar en el límite entre lo sublime y lo ridículo puede ayudarle a triunfar pero no es un logro.
The Painted Bird es una coproducción entre República Checa, Ucrania y Eslovaquia, llevada a cabo por Silver Screen (Václav Marhoul), Czech Television, Certicon, Radio and Television Slovakia, PubRes y Directory Films. La compañía francesa Celluloid Dreams gestiona las ventas internacionales.
(Traducción del inglés)
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