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JIHLAVA 2019

Crítica: In My Skin

por 

- El largometraje debut de Anna-Sophia Richard combina los testimonios de tres supervivientes de abuso doméstico con reconstrucciones y visualizaciones estilizadas de sus ciudades

Crítica: In My Skin

Además de incluir una sección del foro Inspiration de este año (titulada Woman in Change) dedicada a los derechos de las mujeres en la República Checa y el resto del mundo, First Lights, la sección debut del programa de este año en el Festival Internacional de Documentales de Ji.hlava, cuenta con una fuerte presencia de mujeres cineastas. Una de las películas, que no sólo está hecha por mujeres, sino que además explora temas relativos a la vida de la mujer, es In My Skin [+lee también:
tráiler
ficha de la película
]
, el largometraje debut de Anna-Sophia Richard, una cineasta dominicana que vive y trabaja en Alemania.

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En In My Skin, Richard se centra en los testimonios de tres mujeres: una mayor, en busca de una relación estable, que cree haber encontrado a un compañero en el que confiar en un hombre más mayor, padre de dos hijos; una más joven, que sale mucho y va de discotecas con su novio, un DJ; y una inmigrante negra, que aún está aprendiendo alemán, y sueña con obtener una educación en su nuevo hogar. A pesar de sus diferencias, estas tres mujeres tienen algo crucial en común que, al menos en el momento en que comparten sus testimonios, define sus vidas: todas ellas son víctimas, y finalmente supervivientes, de violencia doméstica, a la que les someten sus compañeros, novios y maridos.

Nunca se nos muestra a las protagonistas de la historia: sus relatos son compuestos por entrevistas, que llevó a cabo la directora, leídos y recreados por un reparto de seis personas, tres mujeres y los hombres que representan a sus compañeros. Visualizaciones estilizadas de los espacios urbanos de Alemania en que estas mujeres reales viven sus historias acompañan estas recreaciones. Componiendo el contorno de sus vidas, los elementos de la historia son a veces dolorosos, incluso insoportables, de ver, cuando estas mujeres, por voluntad propia, permanecen en sus “prisiones” durante largo tiempo. Sin duda, un sin número de mecanismos patriarcales psicológicos y emocionales juegan su papel para mantenerlas ahí, haciendo que irse sea la decisión más difícil de tomar de sus vidas. Alejarse de un compañero violento es más difícil en unos casos que en otros; para una inmigrante, por ejemplo, sin familia ni amigos cercanos, sin conocimiento de los sistemas del país en que vive, y aún aprendiendo la lengua.

La sinopsis de la película deja claro que preguntar a una mujer por qué no deja a su maltratador es culpar a la víctima. Y aún así, esta es precisamente la pregunta que surge una y otra vez viendo In My Skin: “¿por qué no se va?”. No hay una respuesta sencilla: las razones podrían ser sociales, culturales, religiosas, psicológicas, emocionales… pero normalmente envuelven un tipo u otro de aceptación, miedo a estar sola, una convicción de que una no merece algo mejor. Desafortunadamente, aunque sin intención, In My Skin guarda silencio en este frente. Pero (sin culpar en modo alguno a las mujeres tras estos testimonios llenos de coraje, abiertos, honestos, o a ninguna otra víctima de abuso sexual o doméstico), ¿no es tan necesario lidiar con estas creencias, tanto como es prevenir, sancionar y finalmente tratar las conductas violentas?

Lo que In My Skin muestra perfectamente es que la violencia doméstica, como la violencia sexual, trasciende las fronteras que normalmente dividen a la sociedad. Persiste a pesar de la clase social, nacionalidad, cultura, religión, o color de piel; quizás, en algunos lugares, sencillamente se esconde mejor.

La película fue producida por la compañía alemana Filmakademie Baden-Württemberg.

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(Traducción del inglés por Angélica Ramos)

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