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SOLEURA 2020

Crítica: Arada

por 

- El primer largometraje del suizo Jonas Schaffter pone en escena a un grupo de hombres exiliados obligados a reconstruir su identidad en un país ajeno

Crítica: Arada

En su cortometraje de 2015, Offside Istanbul, el joven director Jonas Schaffter ya decidió enfrentarse a la realidad de Turquía, exponiendo la vida cotidiana y nada glamurosa de un grupo de futbolistas africanos que llegaron a Estambul con muchos sueños. Sin embargo, su vida cotidiana no tiene nada que ver con la Turquía que imaginaban, y a pesar de su optimismo a prueba de bombas, el lugar se convierte en un infierno en la tierra. En su primer largometraje, Arada [+lee también:
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ficha de la película
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, que compite por el Prix de Soleure de las Jornadas de Soleura, Jonas Schaffter viaja otra vez al corazón de Turquía pero esta vez acompañado de tres hombres cuyo origen es un recuerdo oscuro y distante.

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Los tres protagonistas de Arada son, de hecho, de origen turco, pero han vivido toda su vida (los momentos más alegres y también los más difíciles) en Suiza. A pesar de esto, nunca han recibido (o solicitado) un pasaporte suizo, y, después de haber cometido algunos delitos graves, han sido obligados a volver a Turquía, la tierra de su infancia o de sus padres. El director los sigue en sus momentos más privados; los acompaña durante su doloroso encarcelamiento mientras se aferran a una identidad derruida que necesita reconstrucción.

En Arada, Schaffter graba la humanidad que se esconde detrás de tres destinos diferentes, pero a la vez muy parecidos: sigue las dudas existenciales de estos tres hombres, que saben que han perdido la oportunidad de sus vidas. Lo interesante el documental del director suizo no es que toque un tema tan delicado como las expulsiones forzosas, sino la exploración de la identidad masculina. Para los tres protagonistas de Arada, no sólo han perdido su “identidad suiza”, obligados a volver a un país que perciben como extranjero, sino que también han perdido su “identidad masculina” tal y como la conocían. Obligados a valerse por sí mismos (sus amigos, esposas o madres están en Suiza), estos tres hombres deben aceptar rápidamente quiénes son, y su fragilidad y soledad, una “debilidad” que va en contra de su visión de la masculinidad viril. Sus roles como padres, maridos o hijos desaparecen repentinamente, y se ven obligados a vivir en una realidad desconocida.

Como admite uno de los protagonistas, el matrimonio le dio una cuidadora sustituta después de que su madre lo echara de casa. Volver a Turquía lo ha obligado a reconocer la pérdida de privilegios que disfrutaba como ciudadano suizo, pero también, como hombre. ¿Cómo consiguen reconstruir sus identidades habiendo sido expulsados de un país al que llaman hogar? ¿Y qué significado adquiere la palabra “identidad” en un país (como Turquía) al que apenas conocen? A pesar de una frase final superflua (o bastante simplista sobre el tema de las expulsiones forzosas) Jonas Schaffter evita con éxito la trampa de los retratos de color de rosa, mostrando lo positivo pero también las sombras de los protagonistas. Pone poco énfasis en los delitos que han cometido estos hombres (se mencionan brevemente en la película sin llegar a convertirse en el tema central); lo importante aquí es el redescubrimiento (obligatorio) de su fragilidad, y la expresión de un mundo interior que, de haber sido escuchado con más detenimiento al principio, podría haber ayudado a los protagonistas de Arada a vivir su vida de una forma más correcta.

Arada ha sido producida por la compañía con sede en Basilea Soap Factoy GmbH, junto con Künste ZHdK Departement Darstellende Künste und Film (ambas gestionan las ventas internacionales), SRF Schweizer Radio und Fernsehen y SRG SSR.

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(Traducción del italiano)

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