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LUXEMBURGO 2020

Crítica: Dreamland

por 

- Con su última película, rodada en Luxemburgo y Bélgica, el canadiense Bruce McDonald desafía otra vez las convenciones y ofrece un trabajo tan caótico como melancólico

Crítica: Dreamland
Stephen McHattie en Dreamland

El cineasta Bruce McDonald, conocido como "el espíritu libre del cine canadiense en lengua inglesa" por su tendencia a tratar temas poco convencionales, acaba de presentar su undécima película, Dreamland [+lee también:
tráiler
ficha de la película
]
. Después de su estreno en el Fantasia Film Festival de Montreal, una auténtica meca para el cine de género donde McDonald recibió una calurosa acogida, esta coproducción entre Canadá, Bélgica y Luxemburgo se ha proyectado recientemente en la décima edición del Luxembourg City Film Festival.

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Con un presupuesto de casi 4 millones de euros, este interesante trabajo filmado en inglés en localizaciones de Valonia y Luxemburgo también recibió una considerable aportación de 1,4 millones de euros del Film Fund Luxembourg en 2017.

Para McDonald, Dreamland supone el reencuentro con el actor Stephen McHattie diez años después de Frecuencia macabra (Pontypool), una película de zombies con la que McDonald dejó su huella en el género gracias a su inmensa originalidad y toques de humor. Un thriller claustrofóbico que también demostró el gran talento de McHattie, estableciendo una fuerte conexión con el director. Una conexión que McDonald deseaba seguir explorando a través de una obra con una estructura aún menos convencional en términos formales y narrativos.

En esta ocasión, el actor interpreta a dos personajes: un famoso trompetista y adicto a la heroína que ha sido contratado para actuar en una gran boda en Luxemburgo, y a un experimentado asesino a sueldo cuya misión consiste en cortarle un dedo al músico... Un planteamiento prometedor. Bajo la firme dirección de McDonald, McHattie cambia rápidamente de un personaje a otro con gran facilidad, evitando todos los lugares comunes y manteniendo en todo momento la atención del espectador.

Cansados de su propia existencia vacía, el músico y el asesino deambulan sin rumbo por la ciudad, una metrópolis extraña cuya ubicación exacta nunca llega a revelarse, a pesar de ofrecer algunas localizaciones familiares (por ejemplo, algunas personas podrán reconocer varios monumentos de la capital luxemburguesa que aparecen durante algunas escenas filmadas en callejones grises o sótanos sombríos). Si a esto le sumamos la banda sonora del compositor Jonathan Goldsmith, el resultado es aún más efectivo, generando una atmósfera densa y melancólica. Finalmente, todo esto se ve reforzado por la inmaculada fotografía de Richard Van Oosterhout.

Justo cuando el asesino está a punto de jubilarse, el descubrimiento de una siniestra red de trata de personas lo obliga a tomarse la justicia por su mano. Un vampiro particularmente depravado (interpretado por el excelente actor islandés Tómas Lemarquis) pretende casarse con una joven. Un hombre conocido como Hércules (Henry Rollins) es el encargado de “entregarle” a su prometida, siguiendo el plan de la condesa de la ciudad (Juliette Lewis), que parece manejar los hilos. Esta mujer astuta e insolente resulta ser la hermana del vampiro, que pretende organizar la boda más hermosa y excéntrica de la historia, a la que han sido invitados dignatarios de todo el mundo.

Bruce McDonald dirige con determinación esta obra caótica y violenta que termina encajando a la perfección. La historia desprende una poesía y lirismo muy peculiares, consiguiendo que Dreamland se convierta en una de las películas más personales y libres del cineasta. Estamos ante una obra tan extravagante como divertida, al igual que el propio director, que presenta una de las escenas de boda más extrañas de la historia del cine.

En cualquier caso, la película es una oportunidad perfecta para que los espectadores se sumerjan en la filmografía de McDonald, repasando su reciente Weirdos (2016), así como sus trabajos para televisión (como la serie Creeped Out).

Dreamland es una producción de la canadiense Goodbye Productions, la luxemburguesa Calach Films y la belga Velvet Films.

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(Traducción del francés)

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