Crítica: Stardust
por David Katz
- Johnny Flynn interpreta a un joven David Bowie en su primer tour estadounidense en el exiguo biopic de Gabriel Range, que no contiene ni una sola nota de la música del legendario artista
Los biopics sobre estrellas de la música a menudo operan como una especie de intermediarios. Se trata de un acto creativo que siempre será juzgado severamente en comparación con su brillante fuente de inspiración. Stardust [+lee también:
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ficha de la película], del cineasta británico Gabriel Range, aborda la figura de uno de los músicos más queridos de los últimos 50 años, David Bowie, a quien otros directores como Todd Haynes y Danny Boyle han intentado retratar sin éxito. El principal obstáculo para la cinta de Range es no contar con los derechos del repertorio musical de Bowie, pero el cineasta emplea algunos trucos para usar esto a su favor. La película tenía previsto estrenarse en el Festival de Cine de Tribeca, que finalmente se ha desarrollado en línea. Sin embargo, los productores han optado por estrenar la película como una proyección virtual con invitación exclusiva para miembros de la industria.
El anuncio del proyecto a principios del año pasado causó sorpresa entre los aficionados de Bowie, ya que la película no contaría con el glorioso sonido de su música. No obstante, en una época en la que cintas como Bohemian Rhapsody [+lee también:
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ficha de la película] se presentan como simples listas de reproducción de grandes éxitos ilustrados, el enfoque poco ortodoxo de Range tiene cierto sentido. Stardust nos traslada a una época en la que Bowie apenas era Bowie, cuando su voz artística todavía estaba germinando, mientras probaba distintos disfraces y personalidades que no acababan de encajar. Johnny Flynn es el encargado de ponerse el vestido de brocado y el sombrero de la época The Man Who Sold the World, para ofrecer una interpretación bastante convincente. Aún así, la película no puede escapar de la extraña disonancia cognitiva que provoca ver tantas imágenes reales de Bowie y su estilo personal (como los magníficos disfraces de época), sin escuchar las melodías de "Space Oddity" o "Starman”, entre otras.
Stardust comienza con un Bowie triste sentado junto a su esposa Angela (Jena Malone) en una oscura oficina de la industria discográfica. El músico está visiblemente abatido, mientras su representante Terry Defries (Julian Richings) enumera una serie de singles que non han funcionado y le recuerda la necesidad de cambiar la percepción que el público tiene de su trabajo. Con este objetivo, organizan una gira promocional por los Estados Unidos. Se trata de su primer viaje al país, donde su publicista Ron Oberman (interpretado por el cómico y estrella del podcast Marc Maron) lo acompañará de punta a punta, tratando de organizar reuniones con periodistas influyentes y conseguir que su música suene en las radios comerciales.
El material de la película es demasiado amplio e incompleto, mientras que el guion resulta poco creíble al mostrar las maquinaciones internas de la industria musical. Afortunadamente, Maron ofrece un personaje que demuestra entusiasmo por la música rock y por poder pasar algo de tiempo con estas leyendas. La trama comienza a encajar cuando la cinta profundiza en la psicología de Bowie, que se enfrentaba a una situación familiar compleja, con un hermanastro mayor que lo introdujo en el mundo de la música y el arte, pero que padecía enfermedades mentales hereditarias. Range y el guionista Chris Bell presentan aquí la razón más convincente para defender la existencia de la película: la vida de Bowie está constantemente mitificada, pero pocas veces se habla del fantasma de la locura que lo acompañó durante toda su vida, y que claramente influyó en sus distintos personajes.
Estamos ante una película difícil de recomendar, ya que su alcance es muy limitado. El material sobre su educación y primeras influencias artísticas resulta pertinente, pero la película merecía ser tan impredecible y deslumbrante como el artista que la inspira.
Stardust es una producción de Paul Van Carter y Nick Taussig para la británica Salon Pictures, junto con Matt Code para Wildling Pictures. Film Constellation se encarga de las ventas internacionales.
(Traducción del inglés)
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