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VENECIA 2020 Semana Internacional de la Crítica

Crítica: Bad Roads

por 

- VENECIA 2020: El gélido debut de Natalya Vorozhbit, una adaptación de una obra de teatro, muestra mucho dolor y poca esperanza en la destrozada región del Donbass

Crítica: Bad Roads
Andrey Lelyukh e Igor Koltovskyy en Bad Roads

La presente edición del Festival de Cine de Venecia ha visto varios enfoques nuevos en el cine histórico y político, y Bad Roads [+lee también:
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no es una excepción. El primer largometraje de la guionista de teatro y televisión Natalya Vorozhbit, estrenado el viernes pasado en la Semana Internacional de la Crítica, explora las vidas de un grupo de personas de la región ocupada de Donbás, en Ucrania, y encuentra poco consuelo. La película, muy bien interpretada por un reparto obligado a simular actos horribles y estructurado en historias independientes, es un debut sólido, aunque inconsistente, y sirve como plataforma de lanzamiento a un nuevo talento ucraniano.

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Al igual que Sergei Loznitsa en Donbass [+lee también:
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, Vorozhbit parece asumir la responsabilidad de presentar al mundo el impacto de la anexión de la península de Crimea a Rusia. Pero una narrativa lineal no es suficiente: al igual que la película de Loznitsa, Bad Roads muestra un panorama surrealista de incidentes, que afecta a nuestra noción de verdad. Muestra su teatralidad de manera mucho más abierta que otras películas adaptadas de obras de teatro: nunca deja de recordarte la intimidad de dos actores que interactúan en tiempo real, sin “cortes”, y el poder hipnótico que pueden tener.

Los escenarios que elige escenificar no son arquetípicos. Interpretada por un grupo de actores de teatro procedentes de varias regiones de Ucrania para garantizar su autenticidad, los papeles no tienen nombre, pero son personajes de profundidad real. Las historias aparecen, una tras otra, sin títulos en pantalla que sirvan de apoyo. Un hombre (Igor Koltovskyy), que dice ser profesor, es abordado por militares en un puesto de control de la República Popular de Donetsk (RPD), y empieza un tenso enfrentamiento. Dos adolescentes (Anna Zhurakovskaya y Ekaterina Zhdanovich, las únicas actrices no profesionales) esperan a sus novios soldados en una plaza destartalada. En una secuencia larga y perturbadora, una periodista (Maryna Klimova) es capturada por un militante (Yuri Kulinich) y luego agredida brutalmente. Y, por último, vemos una historia un poco más alegre, la de una joven (Zoya Baranovskaya) que se disculpa con una pareja por haber atropellado a su pollo.  

La película se ha grabado en la región, “en un estilo documental”, como dice Vorozhbit, aunque esto no es del todo exacto. No es muy diferente de ver una obra de teatro retransmitida en un cine, pero no es tan fluida como el trabajo de Ingmar Bergman, quizás el epítome del cine derivado del teatro. La cámara encuentra una perspectiva, se fija en los actores y observa; y la efectividad de este método varía durante toda la película.

Otro aspecto problemático de Bad Roads es el tono y la resolución de algunas de las escenas. Sí, cada una de las cuatro partes atañe a la región y a la situación específica de sus habitantes: la promesa defectuosa de una nueva revuelta popular, la pobreza y los problemas de suministros, la delincuencia y la corrupción. Pero la sensación lúgubre y el comportamiento sádico aplanan nuestro conocimiento del contexto más amplio. 

Bad Roads se representó en el Royal Court Theatre de Londres en 2017, con gran éxito. La película es una grabación del texto, reducida de seis a cuatro segmentos, donde Vorozhbit hace una buena transición al cine.

Bad Roads es una producción ucraniana de Dmitriy y Yuriy Minzyanov, para Kristi Films. La película contó con el apoyo de la Ukrainian Cultural Foundation. REASON8 Films, con sede en Reino Unido, gestiona las ventas internacionales.

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(Traducción del inglés)

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