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TURÍN 2020

Crítica: Vera de verdad

por 

- La ópera prima de Beniamino Catena busca de forma poética posibles nexos sincrónicos entre espacio y tiempo, pero es demasiado confusa para satisfacer a los fans de la ciencia-ficción

Crítica: Vera de verdad
Marta Gastini en Vera de verdad

¿Qué tienen en común una niña de 11 años que vive en la Riviera Italiana y está obsesionada con la astronomía y un ex soldado que trabaja en la seguridad de los radiotelescopios del observatorio ALMA, ubicado a 5.000 metros sobre el nivel del mar en el desierto de Atacama? Aparentemente nada, aparte de las estrellas. Sin embargo, Beniamino Catena, un cineasta con experiencia en el mundo de los cortometrajes, los vídeos musicales y las series de televisión, ha decidido trazar una línea a través de la nada cósmica para unir estas dos vidas en su ópera prima, Vera de verdad [+lee también:
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, proyectada fuera de competición en el Festival de Cine de Turín de este año. De hecho, el astrofísico Carl Sagan (cuya novela inspiró en 1997 la película Contact, de Robert Zemeckis) dijo una vez que todos estábamos hechos del mismo material que las estrellas.

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Vera de verdad comienza con la desaparición de una niña, Vera (Caterina Bussa), mientras camina por el borde de un acantilado (el espléndido promontorio de Punta Crena, en Finale Ligure), acompaña por Claudio (Davide Iacopini), un profesor de su escuela que también es amigo de la familia. El hombre ha ido allí para esparcir las cenizas de su perro, Runa, pero cuando Vera apenas ha pronunciado las palabras “donde hay fuego…”, Claudio la pierde de vista. En ese momento, el espectador es catapultado a 12.000 kilómetros de distancia hasta Atacama, donde el chileno Elias (el carismático Marcelo Alonso, que ha protagonizado 4 de las 8 películas del talentoso Pablo Larraín) sufre un infarto mientras inspecciona el sistema de telescopios del complejo ALMA (cuya misión es la “búsqueda de nuestro origen cósmico”). No obstante, cuando lo dan por muerto en la ambulancia, el exsoldado “revive” de repente. Después de una vida de fracasos, su existencia se encuentra ahora en un auténtico punto de inflexión. Tras un enfrentamiento con su hija (Manuela Martelli), con quien tiene muchas cosas que resolver, Elias decide visitar a una machi, una chamán que lo ayuda a experimentar visiones y a encontrar su destino en el lugar donde vive una adolescente italiana, Vera. La primera parte de la película, que se desarrolla en medio de un paisaje impresionante y está maravillosamente filmada en 35 milímetros con una proporción de 2.39:1 por la directora de fotografía Maura Morales Bergmann (Santiago, Italia [+lee también:
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), podría llegar a satisfacer las expectativas de los espectadores más junguianos que adoran las películas de Kieślowski y están familiarizados con las nociones de sincronía, el anima mundi de Platón y las posibles conexiones entre el espacio y el tiempo.

Sin embargo, las cosas se complican en la segunda parte, cuando una joven (Marta Gastini) emerge desnuda y confundida de las aguas de Liguria, antes de dirigirse instintivamente a la casa de la desaparecida Vera. La mujer tiene la vaga sensación de ser la propia Vera, aunque en otro cuerpo, y la madre de la niña (Anita Caprioli), que además es médica, la cree. Por su parte, su padre (Paolo Pierobon) se muestra más racional y se niega a aceptarlo, aunque cambia de opinión cuando la joven demuestra que puede conectarse con la naturaleza de una forma casi milagrosa. Claudio, que se ha pasado todo este tiempo sintiéndose culpable por la desaparición de Vera, además de convertirse en el principal sospechoso, se siente conmovido por la aparición de esta mujer. Los análisis médicos revelan que la joven padece un síndrome degenerativo, debido a un metabolismo acelerado. No le queda mucho tiempo, pero, ¿para qué?

Entre sus numerosos finales y subfinales (el guion fue escrito por Paola Mammini y Nicoletta Pollero, bajo la tutela de Alejandro de la Fuente), la película tiene la necesidad de ayudar al espectador a cerrar el círculo y ofrecer una explicación plausible a una historia que no puede tenerla. Se trata de un esfuerzo redundante que combina estrellas en colisión, teletransportación cuántica, errores en el sistema-universo, perros que vuelven a la vida, rituales funerarios de pueblos mediterráneos en el Neolítico y flashbacks a cámara lenta. Es demasiado para una película que, con su escaso diálogo y sus mínimas referencias existenciales, podría ser un buen ejemplo de lo que Paul Schrader denomina cine trascendental. Estamos ante una película demasiado híbrida y confusa para adaptarse a la definición de ciencia ficción, o para satisfacer a los fanáticos del género.

Vera de verdad es una coproducción entre Italia y Chile, a cargo de Macaia Film, Atómica y 17Films. Coccinelle Film Sales se ocupa de las ventas internacionales.

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(Traducción del italiano)

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