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VISIONS DU RÉEL 2021 Competición Burning Lights

Crítica: Soldat Ahmet

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- En su primer largo documental, el director austriaco Jannis Lenz se enfrenta de manera creativa y divertida a los prejuicios en la historia de un soldado, boxeador y aspirante a actor

Crítica: Soldat Ahmet

Soldat Ahmet, que acaba de tener su estreno mundial en la Competición Burning Lights del festival Visions du Réel, muestra claramente el amplio abanico de talentos del director austriaco Jannis Lenz, conocido hasta ahora por el cortometraje Wannabe, nominado a los premios EFA en 2017. Esta exploración biográfica de un protagonista que es al mismo tiempo un ser humano corriente y un personaje muy específico tiene tantas capas como su personaje principal, incluyendo además una entretenida coreografía que conecta perfectamente con los temas de la película.

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Ahmet es un joven turco de veintitantos años, médico profesional en el ejército austriaco y campeón de boxeo, que redescubre y persigue su pasión por la interpretación. A medida que Lenz adopta un enfoque predominantemente observacional, descubrimos datos básicos sobre Ahmet a través de una conversación que mantiene con un profesor de actuación: el joven creció en Austria y siempre quiso ser actor, pero finalmente cumplió con las expectativas de su familia. Cuando consigue el papel de Stanley Kowalski en una producción aparentemente amateur de Un tranvía llamado Deseo, Ahmet se da cuenta de que no ha llorado desde que era niño, y el papel lo exige.

Esto se convierte en el tema central de la película, alrededor del cual Lenz construye el personaje de Ahmet. Lo observamos en todas sus facetas diarias: en casa, es el adorado tío para los hijos de sus hermanos, mientras que sus tolerantes aunque tradicionales padres lo presionan para que se case. Por supuesto, su madre está preocupada por su carrera de boxeo, pero él defiende que esta práctica es la razón por la que la gente ha comenzado a mostrarle respeto. En una escena increíblemente potente y tierna, los vemos bebiendo té y enrollando juntos sus vendas de boxeo. Más tarde, cuando Ahmet gana una medalla, el joven se muestra tan feliz como un niño, pero trata de mantener una cara amenazadora ante el fotógrafo que inmortaliza el momento.

En el trabajo, Ahmet redacta informes de forma meticulosa, escribiendo con dos dedos en una máquina de escribir eléctrica, y demuestra una gran autoridad mientras entrena a los cadetes para que realicen prácticas de RCP. Durante los ensayos con el grupo de teatro, aunque no es capaz de llorar en el papel de Stanley, muestra un verdadero talento cómico.

Los que estén familiarizados con el personaje de Tennessee Williams identificarán las similitudes entre los dos inmigrantes y su actitud machista, y ahí radica el núcleo de la historia. Ahmet no es un maltratador ni un violador, pero sus elecciones profesionales implican una capacidad para la violencia. El hecho de que sea incapaz de llorar abre muchas interpretaciones posibles, siendo la más evidente un choque de identidades: un turco protegiendo al pueblo austriaco, un soldado y un boxeador con alma de artista. En ciertos momentos, podemos verlo dividido de forma casi visceral por estas contradicciones. La película desafía tantos prejuicios que el espectador debe reajustar constantemente sus expectativas a medida que avanza la trama, empatizando cada vez más con el protagonista.

Al combinar estos elementos con la excelente banda sonora experimental de Benedikt Palier, que solo emplea percusión y voces, Lenz añade una nueva capa de coreografía que también subvierte los estereotipos. Editada por el propio Lenz junto a Roland Stöttinger y Nooran Talebi, al ritmo de las prácticas militares de Ahmet, sus entrenamientos de boxeo y sus ensayos con el grupo de teatro, la enérgica banda sonora da como resultado secuencias atractivas y edificantes. El sonido roto y fragmentado de la percusión también puede interpretarse como una deconstrucción del tambor de marcha, contrastando nuevamente la disciplina y las reglas con la creatividad y la emoción.

Soldat Ahmet es una producción de Panama Film, mientras que Lemonade Films se encarga de los derechos internacionales. Ambas compañías tienen sede en Viena.

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(Traducción del inglés)

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