Crítica: My Sunny Maad
por Fabien Lemercier
- Michaela Pavlátová encuentra un original ángulo para tratar con sutileza el tema de ser mujer en Afganistán en una obra de animación accesible al gran público
“Todo el mundo me lo advirtió: no sabes en lo que te estás metiendo”. Basándose en la historia una joven estudiante checa que se casa con un afgano y se va a vivir con su familia a Kabul, Michaela Pavlátová pone su reconocido talento como cineasta de animación (sus cortometrajes le valieron una nominación al Óscar en 1993, un Oso de Oro en Berlín en 1995 y un Cristal en Annecy en 2012) al servicio de un relato conmovedor, instructivo y apto para todos los públicos, que logra una recepción moderada con respecto a los riesgos de juicio y dramatización a “la occidental” que un tema así podría acarrear. La directora sortea con habilidad dichas dificultades en My Sunny Maad [+lee también:
tráiler
entrevista: Michaela Pavlátová
ficha de la película], estrenada en la ficción L’Officielle del Festival de Cine de Animación de Annecy, gracias a un enfoque muy humano y a una simplicidad en el tratamiento narrativo y audiovisual (y un buen dominio de todos estos componentes).
“De Helena, me convertí en Herra”. Después de un flechazo en las aulas de la Universidad de Economía de Praga, parte hacia Kabul dos meses después y se casa en el lugar a los tres días: así, nuestra protagonista, una bonita chica rubia de ojos azules, se integra en la familia de su esposo, Nazir, y comparte la vida cotidiana con otras ocho personas: el sabio y simpático abuelo, la suegra, la cuñada Freshta, su marido Kaiz (que vende pollos en el mercado) y sus cuatro hijos (la adolescente Roshangol, los niños Rustam y Kamaal, y el bebé Junus). Estamos en la primavera de 2011, la radio transmite los abusos de los pilotos de la coalición internacional y Bin Laden está a punto de ser eliminado. Pero para Herra, su vida consiste en el descubrimiento progresivo del papel (muy codificado y rígido) de la mujer en la sociedad afgana, incluso a ojos de Nazir, bastante más tolerante (a priori) que la gran mayoría de sus compatriotas. Pero la posición conyugal original de la joven europea también le permite tener una visión mucho más flexible sobre las tradiciones afganas que los humanitarios occidentales para los que luego trabajará.
Este punto intermedio, esta percepción interior de una extranjera “adoptada” (pero no nativa) da a My Sunny Maad toda su singularidad, reforzada por la llegada a la familia de otro “extraño”: Muhammad (el Maad del título original de la película), un niño de la calle, calvo y con los músculos atrofiados, que Herra (que no puede quedarse embarazada) y Nazir acogen en su casa. Un personaje salvaje y conmovedor (cuyos secretos serán descubiertos poco a poco) asume el papel de un segundo observador, entre la integración y el rechazo social, pues escapa a la norma por naturaleza. Herra y Maad, a la vez espejos y actores del mundo que los rodea, intentarán alzar la voz cuando la familia intente casar a Roshangol contra su voluntad (desde su primera menstruación). Un acontecimiento que desencadenará una sucesión de hechos donde la sociedad irrumpirá de forma drástica en el microcosmos familiar…
My Sunny Maad, una adaptación de Ivan Arsenjev (con la colaboración de Yaël Giovanna Lévy) de la novela Frišta, de Petra Procházková, se sirve del talento de los compositores Evgueni y Sacha Galperine, y del arte de Michaela Pavlátová para salpicar la historia de elementos oníricos muy creativos (pero nunca ostentosos). El resultado es una bonita película de animación, simple y límpida, con un diseño modesto y original, para que su temática llegue a un público más amplio.
My Sunny Maad ha sido producida por la compañía checa Negativ Film Productions, la francesa Sacrebleu Productions y la eslovaca BFILM, con el apoyo de Eurimages y del programa Aide aux cinémas du monde del CNC. Totem Films gestiona las ventas internacionales.
(Traducción del francés)
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