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LOCARNO 2021 Cineasti del presente

Crítica: L’Été l’éternité

por 

- La ópera prima de la joven directora francesa Émilie Aussel presenta la adolescencia en toda su belleza misteriosa y ambigua

Crítica: L’Été l’éternité
Marcia Feugeas en L’Été l’éternité

Después de una serie de cortometrajes que retratan la adolescencia con valentía, realismo y sin falsa modestia, el primer largometraje de Émilie Aussel, L’Été l’éternité [+lee también:
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entrevista: Émilie Aussel
ficha de la película
]
, vuelve a abordar el tormento, pero también la indiferencia de una edad difícil donde el mundo presenta su lado cruel por primera vez.

L’Été l’éternité, que compite en la sección Filmmakers of the Present del Festival de Cine de Locarno, sigue a un grupo de jóvenes que luchan contra un trauma difícil de asimilar; una herida abierta que les ha arrancado la inocencia característica sus vidas anteriores de héroes invencibles. Mientras disfrutan de un verano que parece eterno y de los últimos momentos de una infancia que ha llegado a su fin, los protagonistas del primer largometraje de Émilie Aussel esperan convertirse en adultos sin saber lo que eso conlleva.

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Una sucesión infinita de días marcados por un deliciosamente letárgico dolce far niente, y de noches donde cualquier cosa parece posible: así es la vida cotidiana de un grupo de adolescentes de dieciocho años del sur de Francia, jóvenes que creen que nada puede hundirlos, ni siquiera el mar, que deja de ser un aliado para convertirse en el peor de los enemigos. La inesperada pérdida de un amigo que conocía sus secretos más íntimos y oscuros supone un punto de inflexión en el grupo, el paso de la inocencia a la vulnerabilidad cuando sus vidas parecen escurrirse como arena entre los dedos. ¿Cómo asumes un trauma que ha provocado una herida profunda? ¿Cómo sobrevives y vuelves a la vida cuando tu cuerpo y tu mente están fuera de control? En L’Été l’éternité, Émilie Aussel nos invita a reflexionar sobre lo que supone enfrentarse a una pérdida en la juventud, un vacío que se traga la inocencia y la indiferencia que creías eternas, como si fuese un agujero negro. Las despreocupadas vidas del grupo de adolescentes, sus cuerpos y sus rostros todavía febriles contrastan claramente con el devastador acontecimiento que nadie pudo haber previsto. Émilie Aussel parece querer contarnos que la vida sólo es un concentrado de sentimientos y deseos contradictorios, un torbellino emocional con el que todos tendremos que lidiar tarde o temprano. Los escenarios de la película y su fotografía etérea y misteriosa añaden otra capa de ambigüedad y drama a las vicisitudes de estos adolescentes, que luchan por sobrevivir cada uno a su manera. A través de un lenguaje no hablado, sus rostros, grabados en primer plano por la directora, transmiten sus mundos internos y el paisaje privado que los aprisiona.  

Mientras tanto, la música de la película, cortesía del dúo Postcoïtum, con quienes la directora ya ha colaborado en más de una ocasión, transporta las imágenes (y los personajes) a un mundo irreal y misterioso donde la tragedia adquiere dimensiones desproporcionadas, y la inocencia y la indiferencia parecen derretirse por arte de magia. L’Été l’éternité es una película que se disfruta mejor sin prisa, como la propia adolescencia: una experiencia que es a la vez personal y colectiva, que se caracteriza por la soledad, la amistad y el amor, pero también por la crueldad y el instinto.

L’Été l’éternité ha sido producida por Shellac (Francia), que también gestiona las ventas internacionales.

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(Traducción del italiano)

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