Crítica: Miss Viborg
por Vladan Petkovic
- La danesa Marianne Blicher firma un potente debut con una historia amable para el público sobre una extraña amistad entre dos mujeres separadas por varias décadas

El primer largometraje de la directora danesa Marianne Blicher, Miss Viborg [+lee también:
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ficha de la película], que se estrenó en la sección Nordic Light del Festival de Göteborg, cuenta la historia de una amistad poco probable que sólo podría darse tras la primera década del siglo XXI. Solvej (la actriz de teatro Ragnhild Kaasgaard en su primer papel para el cine) es una mujer de 61 años gruñona y con sobrepeso que vive en una zona de viviendas sociales del pequeño pueblo de Viborg, Dinamarca, donde una vez fue reina de la belleza. Mientras conduce por el pueblo su scooter de movilidad acompañada de su perro, que lleva el nombre de un actor famoso hace 50 años, vende de forma ilegal los medicamentos que le prescriben para ahorrar dinero para una multipropiedad en Málaga. Cuando su vecina de al lado, la adolescente Kate (Isabella Møller Hansen en su primer papel en un largometraje), entra por el balcón para intentar robar los medicamentos de Solvej (la señora “no vende a los niños”), se rompe el tobillo y se le cae el móvil (así es como la protagonista descubre quién es el misterioso ladrón). Pero Solvej vive en otra época: lee “desliza para desbloquear” en la pantalla y desliza el móvil por la encimera de la cocina.
Esto las une en un dudoso trato: la dinámica joven ayuda a la señora, que ahora intenta usar muletas, a expandir su mercado a cambio del 50 % de los beneficios. Aquí, vemos que empieza a aparecer una grieta en la armadura de la señora que, en una escena muy bonita, organiza una pequeña celebración con una tarta por el cumpleaños número 18 de la chica, que tiene una relación conflictiva con su madre. Después, Kate, en secreto, le concierta una cita con un camionero, el amable Preben (Kristian Halken), que resultará ser el impulsor de un cambio inevitable cuando surja una pelea entre Kate y Solvej.
Blicher organiza la película como una colisión entre dos mundos, teñida de la nostalgia en la que vive Solvej: la película empieza con una versión danesa de “Everybody Loves Somebody”, y el tema principal de la banda sonora también está basado en la misma canción. Contrasta con la rebeldía millennial de Kate, que es, naturalmente, una máscara para tapar sus inseguridades (una canción de hip-hop acompaña un montaje musical que muestra a las dos haciendo negocios juntas).
El viaje que emprenden ambas es un camino muy trillado de autoconocimiento e inevitable transformación en una persona mejor. A los espectadores se les pedirá que crean en algo inverosímil: aceptar que una chica de 18 años puede pasar dos días sin móvil y no volverse loca, pero el tono de la película es más extravagante y de cuento de hadas moderno que realista.
Esa atmósfera se crea a través de colores brillantes en el interior y exteriores soleados, el álbum de Solvej con fotos en blanco y negro de tiempos mejores y la radio camionera, a través de la que se mantiene informada sobre el mundo exterior al que nunca se atrevió a aventurarse, así como la elección de instrumentos para la música (campanas, vibráfono y acordeón).
Miss Viborg, aunque demasiado sentimental, es una película lograda y orientada al público que sitúa a Blicher como una principiante convincente, así como la extraordinaria Hansen y el tardío descubrimiento Kaasgaard. Ha sido coproducida por la compañía danesa Snowglobe y la argentina REI CINE. Totem Films gestiona los derechos internacionales.
(Traducción del inglés)
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