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BERLINALE 2022 Forum

Crítica: L’État et moi

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- BERLINALE 2022: Max Linz dirige la mirada hacia el sistema judicial alemán en su sátira, a veces hiriente, sobre el derecho penal

Crítica: L’État et moi

“El rojo es un color muy bonito”, canta la actriz principal e intérprete de dos papeles Sophie Rois en un momento. Rojo es todo lo que queda del idealismo de “libertad, igualdad, fraternidad”, al menos en la orilla alemana del Rin. En su nueva película, L’état et moi [+lee también:
tráiler
entrevista: Max Linz
ficha de la película
]
, estrenada en la sección Forum de la Berlinale, el director Max Linz se centra en el derecho penal alemán, su abuso de la regulación de alta traición en el Párrafo 81 y la hipocresía de una sociedad que se autoproclama tolerante e iluminada.  

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En Berlin Mitte ha ocurrido algo extraordinario. El compositor (ficticio) Hans List (Rois), un suplente musical de Víctor Hugo, reaparece de repente después de haber desaparecido en 1871. Como muestra un flashback, ese mismo año, el primer ministro de Prusia, Otto von Bismarck aprobó, la nueva ley penal y al emperador de Prusia, Guillermo I, le preocupaba que las protestas parisinas llegaran a Alemania. List, que vivía en la comuna parisina, fue etiquetado como forajido y supuestamente detenido. Pero pensar que escapó de su sentencia y apareció de repente en el Berlín moderno sería demasiado idealista. Linz quiere decir que han cambiado pocas cosas. Nuevas caras, mismos principios.    

List se mete en problemas al pisotear una bandera alemana para evitar que se queme, un acto considerado una afrenta terrorista contra el estado. Es enviado ante la juez Josephine Praetorius Camusot (también Rois), cuyo parecido con List es asombroso. Evidentemente, esto tendrá un papel muy predecible más adelante. Pero por ahora, la juez ve pocos motivos para enviar a List a la cárcel durante varios años, como le permite hacer el Párrafo 81. La acusación necesita llegar a un cierto número de veredictos, explica al joven abogado Yushi Lewis (Jeremy Mockridge).   

Y podría tener razón. Viniendo de una larga línea de pensamiento absolutista y supresión de los derechos civiles, no es una coincidencia que el fiscal (Hauke Heumann) y el agente de policía (Bernhard Schütz) sean interpretados por el mismo actor que da vida al emperador Guillermo I y a Otto von Bismarck. Para el ministro de justicia Leonhardt (Bernd Moss), Linz ni siquiera se molestó en crear una nueva identidad (más de lo mismo desde 1871). Después de escapar de su primera acusación, List va a vivir con una comuna en un parque cerca de la ópera estatal. Sin embargo, lo persiguen los problemas en forma de accidente de tráfico o de veladas musicales. Los representantes del estado están seguros: List es un futuro terrorista y comunista, un divertido juego de palabras con las palabras alemanas “Komponist” (compositor) y “Kommunist” (comunista).  

La sencillez del trabajo de cámara y de la luz dan a la película la sensación de no desarrollarse en el lugar, sino en un escenario muy bien amueblado. Sin embargo, el guion obtiene sus mejores momentos, su sátira más mordaz, del absurdo y de la hipocresía de sus protagonistas. Mientras los organismos estatales están muy centrados en acusar a List del próximo delito, son orgullosos propietarios de entradas para ver una función de la ópera redescubierta “Los Miserables”, una reivindicación proletaria de los derechos civiles. “El arte es un referente para la política”, dice el fiscal más tarde, haciendo un doloroso guiño al público.  

Sin embargo, Linz no logra añadir más humor y, en algunos casos, torpeza a sus personajes. El guion y las interpretaciones serían más agudos si él público no tuviera que aguantar escenas como un órgano estatal teniendo relaciones sexuales forzadas con un civil porque todos sabemos lo que hace el estado con sus habitantes. Incluso con una producción tan reducida, menos es más.    

L’état et moi ha sido producida por SCHRAMM FILM Koerner & Weber.

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(Traducción del inglés)

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