Crítica: Pirates
por Marta Bałaga
- Reggie Yates recuerda el gran pánico de la Nochevieja neoyorquina de 1999, pero esta vez, no tiene miedo del "efecto 2000"

Todo el mundo lo está haciendo ya, así que es hora de recibir con los brazos abiertos la nostalgia de los 2000 —al fin y al cabo, fue el mejor y el peor de los tiempos a la vez—. Pirates, la producción británica dirigida por Reggie Yates, que ha sido presentada en la sección Narrative Spotlight del SXSW, sigue sin duda esta tendencia con aplomo al mostrar cómo tres mejores amigos (Elliot Edusah, Jordan Peters y Reda Elazouar) hacen todo lo posible por lograr pasar una Nochevieja de 1999 verdaderamente loca. Y como siempre ocurre en este tipo de situaciones, van a tener que esforzarse mucho para conseguirlo.
Todo cuanto necesitan son tres entradas para la mejor fiesta de la ciudad. Sin embargo, de una forma u otra, estos aspirantes a locutores de radio pirata han fastidiado en algún momento de sus vidas a todos y cada uno de los vendedores. Además, todo el mundo tiene otras cosas en mente estos días, ya sea una nueva novia —cuyo pelo no puede oler mejor— o un futuro prometedor que, si todo va según lo previsto, signifique probablemente dejar atrás a viejos amigos. Indecisos, estos jóvenes conducen por las calles de Londres al tiempo que bromean y esperan a que anochezca, sabiendo que podría ser la última noche.
Lo cual explica por qué, aunque lo que está en juego en la película es poco, en realidad se juegan mucho más que unas simples entradas. Se trata de demostrar que, a pesar de todo lo que pueda ocurrir dentro de unas horas, aún hay esperanza de que la amistad que mantienen perdure. Cuando las cosas van mal, se lo toman como algo personal, como una prueba más de que los buenos tiempos están a punto de llegar a su fin. En el fondo, todo es muy melancólico, a pesar de la locura y del tipo de canciones que hacen que quieras ver esta película en una cinta de correr.
Hay algo verdaderamente maravilloso en las historias en las que los protagonistas se limitan a pasar el rato juntos, y eso es algo que Richard Linklater sabe mejor que nadie. Incluso Yates, que ha contratado a unos actores brillantes para el largometraje, parece más interesado en pasar tiempo con ellos —o inmerso en la música UK garage— que en idear alguna subtrama significativa. Roban en tiendas, reciben puñetazos en la cara —aunque sin dar a su oponente “la satisfacción de derramar lágrimas” —, cantan en un coche como si de Wayne's World ¡Qué desparrame! se tratara e intentan calmar a una ex novia resentida (Rebekah Murrell, que da una clase magistral de cómo beberse un cartón de zumo con rabia) al compás de “I Want It That Way”, de los Backstreet Boys, que a su vez constituye una canción de su álbum llamado Millennium —aunque saber este tipo de datos ya no se valora hoy en día—.
La película resulta bastante tierna, aunque probablemente no permanecerá en el recuerdo de los espectadores durante mucho tiempo —dicho esto, la satisfacción que le produce a Elazouar el hecho de escuchar la palabra “tetas” es digna de ver—. Aunque casi todos los adultos con los que se cruzan les miran con asco, probablemente dentro de unos años sea eso mismo lo que les ocurra a ellos, que desearán con todas sus fuerzas volver a ser jóvenes y estúpidos, alimentar a su Tamagotchi y robar camisetas de Moschino. Y aunque darse cuenta de que “al final todo cambia” no es nada nuevo, es algo que golpea fuerte cuando lo experimentas por primera vez en tu vida, algo que te rompe el corazón, por lo que le tenemos que estar agradecidos a Yates por recordárnoslo.
Pirates es una producción británica de Kate Norrish y Polly Leys. Las ventas internacionales de la película corren a cargo de Gunpowder & Sky.
(Traducción del inglés)
¿Te ha gustado este artículo? Suscríbete a nuestra newsletter y recibe más artículos como este directamente en tu email.