Crítica: The Devil's Drivers
por Vladan Petkovic
- El documental de Daniel Carsenty y Mohhamed Abeguth sobre los traficantes que se ganan la vida en los territorios palestinos ocupados es un viaje realmente salvaje y emocional
Un documental en condiciones sobre la vida en los territorios palestinos ocupados tiene todas las papeletas para ser complejo. Y si, además, abarca un periodo de nueve años y se centra en varios personajes (interpretados por Daniel Carsenty y Mohammed Abugeth) que realizan trabajos ilegales para poder dar de comer a sus familias, se convierte en una obra extensa, con muchos matices, que requiere la máxima atención por parte del espectador. The Devil’s Drivers, que ha sido galardonada con el premio especial del jurado en el Festival de Documentales de Tesalónica, hace que prestar esa máxima atención no suponga un esfuerzo para el público, ya que se trata de un viaje salvaje, un auténtico thriller de acción documental que te mantendrá pegado a la pantalla hasta el final.
Hamouda e Ismail son dos primos que viven en el pueblo de Yatta, al sur de la localidad palestina de Hebrón. Se ganan la vida a base de introducir en Israel trabajadores ilegales a través de la estrecha parte de la frontera entre Cisjordania e Israel, por donde el muro de 500 km todavía no está terminado. Es difícil que un palestino consiga trabajo en Israel, pero si encima se trata de un hombre soltero y sin hijos, es completamente imposible, porque este tipo de personas son consideradas como terroristas en potencia. Sin embargo, como los empleos en Cisjordania son escasos y están mal pagados, muchas personas arriesgan su libertad cada día para ir a trabajar ilegalmente a Israel, cuyos datos oficiales indican que hay alrededor de 60.000 trabajadores indocumentados en el país.
En la primera escena, que está ambientada en el año 2012, Carsenty y Hamouda se encuentran en el coche junto con un par de trabajadores. Se dedican a entrar y salir de la carretera, a toda velocidad, para sortear los jeeps del ejército israelí. Con la ayuda de vigilantes situados en las colinas, que les informan en todo momento de la posición de los vehículos militares, van dejando atrás puestos de control y patrullas, de manera que cada trayecto se convierte en toda una prueba de fuego. Estas imágenes se rodaron mediante una cámara en mano dentro de un coche, sobre terreno desértico, por lo que se aprecian temblores en las imágenes en todo momento, y se ve polvo por todas partes.
Tras un comienzo no apto para cardíacos que culmina con la detención de Hamouda e Ismail, se da un respiro al público a través de la recapitulación de la historia reciente sobre la ocupación israelí, que se lleva a cabo mediante una sencilla, elegante y variada animación acompañada de intertítulos narrativos. Asimismo, aparecen por primera vez dos personajes nuevos: el viejo pastor Ali, que es uno de los vigilantes de la colina; e Issa, otro antiguo traficante que afirma haber dejado de realizar este tipo de trabajos cuando se enteró de que se habían infiltrado informadores en la comunidad.
Un par de meses después, Hamouda e Ismail son puestos en libertad condicional. Hamouda inmediatamente se pone a trabajar de traficante otra vez porque su tercer ha nacido mientras él estaba en prisión. El hijo de Issa, de 20 años, se convierte en otro trabajador ilegal de los que cruzan la frontera, e Ismail empieza a trabajar en el sector de la construcción porque dice que, al haber nacido su primer hijo, quiere empezar a trabajar en algo legal. Pero, con el tiempo, se da cuenta de que no es lo suyo, así que vuelve al tráfico de trabajadores ilegales, y en uno de sus servicios, tendrá que afrontar una de las situaciones más arriesgadas y tensas hasta el momento.
Las escenas cargadas de adrenalina contrastan con las historias emotivas e íntimas de los protagonistas, y ambas vertientes se desarrollan en un contexto general de represión. El gobierno israelí estrecha el cerco en torno a la región con más patrullas y puestos de control, lo que hace que las posibilidades de llevar una vida normal en los territorios ocupados sean cada vez más escasas.
Algunos detalles de la película pueden parecer contradictorios, pero esto se debe probablemente al hecho de que se condensa en 90 minutos una historia que abarca un periodo muy extenso y de cambios constantes. A pesar de ello, la montadora Laia Prat hace un trabajo sensacional al mantener la coherencia en todo momento, incluso cuando parece imposible. La banda sonora, a cargo del compositor Henning Buch, complementa perfectamente las imágenes de la película mediante una alternancia entre temas de percusión y de cuerda.
The Devil's Drivers ha sido producida por Propellerfilm, CHUNK Filmproduktion y Mark It Zero. Las ventas internacionales corren a cargo de Films Boutique.
(Traducción del inglés por Jaume Joan Buforn Baldó)
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