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MÁLAGA 2022

Crítica: Nosotros no nos mataremos con pistolas

por 

- María Ripoll pretende realizar un retrato de una generación perdida, pero todo se queda en pretensiones

Crítica: Nosotros no nos mataremos con pistolas
Elena Martín e Ingrid García-Jonsson en Nosotros no nos mataremos con pistolas

Un verano, un grupo de cinco amigos de siempre vuelven al pueblo en el que crecieron para reunirse. Hace tiempo que no se ven, cada uno ha hecho su vida, algunos lejos y otros no tanto. Todos están en la treintena y sienten que ya han llegado a esa edad en la que las cartas ya están echadas, cuando ya no quedan tantas balas de repuesto. Se mueven entre la inestabilidad laboral y sentimental, un continuo de idas y venidas. Pretenden celebrar que vuelven a estar juntos, que a pesar de todo siguen teniendo motivos para querer salir adelante. Comer paella, beber, emborracharse, recordar que una vez fueron otros, hablar de todo y de nada, esas cosas de la vida que alegran a cualquiera, que por momentos hacen olvidar lo jodido que uno está en realidad. Un poco porque es lo que toca (ya saben, esas situaciones de compromiso) y un poco porque es lo que les gustaría, tener algo a lo que aferrarse. Este es el argumento de Nosotros no nos mataremos con pistolas [+lee también:
tráiler
ficha de la película
]
, la nueva película de la directora catalana María Ripoll (Barcelona, 1964) -adaptación de la obra de teatro homónima de Víctor Sánchez Rodríguez, ganadora del Premio Max Mejor Autoría Revelación 2016-, presentada en la Sección Oficial del Festival de Málaga.

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Como propuesta es interesante, el punto de partida tiene muchas posibilidades. Hablar de la precariedad -laboral y emocional-, de la incertidumbre, la frustración, el desencanto, el sentimiento de pérdida, de vacío, de las relaciones humanas, del paso del tiempo y de las huellas que este deja en nosotros, de las cosas ilusionantes y desoladas de la vida. Ir de lo personal a lo colectivo, de un retrato generacional que llega a ser universal. El problema de la película de Ripoll está en qué se hace con ese argumento. La intención de reflejar los conflictos de unos personajes en una etapa concreta de sus vidas, su pasado y su presente, lo que fueron y son ahora, a través de su reencuentro es una idea tan sencilla como clásica, pero no por ello deja de ser menos buena (ambas cosas pueden ser una virtud). Hay momentos de la película que transmiten cierta emoción en lo que se cuenta (posiblemente eso tenga mucho que ver con que la directora esté contando desde el yo), que logran reflejar cierta verdad, actitudes, sentimientos y emociones que, de una manera u otra, todos hemos tenido alguna vez. Esa sensación de reconocimiento puede ayudar a querer seguir viéndola.

El gran problema de Nosotros no nos mataremos con pistolas es que todo se queda en intenciones, en momentos, destellos, pero no llega a nada. La película se pierde en los lugares comunes, en clichés y simplicidades, en lo pueril. Los arquetipos de personajes no siempre son un defecto, a veces están bien, representan la vida real (por eso lo son), pero este no es el caso, aquí se quedan en simples caricaturas fáciles, más bien parece un ejercicio de creación perezoso. También hay cierta pereza en la manera de resolver los conflictos, como si la directora hubiera querido resolverlos sin complicarse demasiado, como un ejercicio de cálculo rápido y cómodo, juntar unos ingredientes que pueden funcionar -reencuentro entre amigos, líos sentimentales, música, sexo, drogas, crisis, secretos que estallan- para llegar lo más fácilmente al punto deseado. Las historias necesitan tiempo, un espacio y un ritmo precisos para ser contadas. Aquí la mayoría de conflictos de los personajes se cuentan sin llegar a profundizar en ninguno de ellos, se quedan en la superficie, en lo tópico, tan anecdóticos que no resultan creíbles. También hay un afán por querer explicarlo todo, por alcanzar una complejidad que la película no tiene -con reflexiones pretendidamente profundas o bonitas- que termina entorpeciendo la narración de esos asuntos que podrían resultar interesantes. No es necesario soltar todo un discurso sobre la pérdida de las ilusiones y la resignación para hablar sobre ello. Una de las virtudes de la ficción es la sutileza, pero claro, ahí hay más riesgo, hay que saber lo que sobra y lo que no. Aquí sobran demasiadas palabras y mensajes moralizantes. Con todo, lo mejor de la película son algunos momentos divertidos que consiguen hacer reír.

Nosotros no nos mataremos con pistolas es una coproducción de las compañías Turanga Films, À Punt Media, Un Capricho de Producciones y TV3, que llegará a las salas españolas el 17 de junio distribuida por Filmax.

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