15/04/2022 - El griego Gregoris Rentis explora la masculinidad más allá de los temas de la toxicidad y la hostilidad en su relato híbrido de mercenarios contratados para proteger barcos en aguas peligrosas

En su primer largometraje, Dogwatch, que acaba de estrenarse en la competición internacional de Visions du Réel, el director griego Gregoris Rentis da en el clavo. Se sitúa en el límite entre el documental y la ficción para explorar la masculinidad más allá de temas como la toxicidad y la hostilidad.

Si la historia está tratada de forma documental, el enfoque visual pertenece al terreno de la ficción. Queda claro desde la primera toma panorámica, un cuadro de cámara fija que muestra a tres hombres uniformados en la cubierta de un barco. Se desarrolla como una comedia: el comandante grita “¡Enemigo a las 9!”, y los dos soldados giran y apuntan sus rifles en direcciones opuestas.

Aunque hasta cierto punto Rentis puede estar parodiando el concepto de “soldado: músculos sin cerebro”, a lo largo de la película nos damos cuenta de que los trata con una comprensión y un respeto genuinos. Cuenta la historia a través de tres personajes, mercenarios contratados por navieras para proteger sus barcos de los piratas. Hasta hace unos diez años, los piratas somalíes eran el terror de los mares, y este tipo de armas de alquiler presenciaron mucha acción, algo que puede ser la verdadera razón por la que uno decide hacer este trabajo. Pero como nunca se ha capturado un barco tan custodiado, a pesar de que los barcos sin custodia todavía caen en manos de los piratas, los mercenarios tienen un nuevo enemigo: el aburrimiento.

Dogwatch empieza con el novato Yorgos entrenando en una playa con otros reclutas. Grabados desde una distancia muy corta, discuten en silencio por lo que sólo oímos sus gruñidos, respiraciones y suaves golpes de carne contra carne. Este primer segmento, que pone el foco en los músculos, venas abultadas, sudor y tatuajes subraya la vacuidad del concepto de hombre alfa, pero cuando vemos a Yorgos despedirse de su novia y luego irse de fiesta mientras espera su despliegue en Sri Lanka, queda claro que Rentis quiere que lo conozcamos como persona: un hombre joven, con cara de niño todavía deslumbrado por la magnitud del mundo.

Mientras tanto, Costas es un soldado experimentado en la cima de su carrera. Aquí, el foco está en el sentimiento de soledad a través de su comunicación con su novia y sus amigos, y tomas de él mirando hacia el horizonte desde la cubierta del barco. Este segmento incluye un inteligente montaje de un taladro al ritmo de la “Serenata” de Schubert de su colección “El canto del cisne”, completado con un casquillo de bala que rebota en la cubierta en cámara lenta, como un guiño irónico a las películas de guerra estadounidenses.

Por último, el veterano Victor quiere establecerse, solicita un trabajo de oficina, y su monólogo con su superior, donde explica sus razones y motivaciones, es la parte más documental de la película. Está criando a su hijo (una escena tierna y muy bien iluminada los muestra pasando tiempo juntos en el jardín de su casa) y entrenando a un nuevo recluta (por el contrario, es un entrenador cruel).

El director de fotografía Thomas Tsiftelis usa meticulosamente herramientas de ficción, desde primeros planos y contraplanos hasta elaborados zooms y panorámicas, algo que implica una colaboración estrecha entre el director y los protagonistas. El intenso diseño de sonido de Leandros Dounis nos introduce con facilidad en el mundo interior de los personajes, y la música del compositor británico Forest Swords mejora sus respectivos entornos, sobre todo cuando los combina con imágenes en cámara lenta. En lugar de optar por un enfoque seco y contemplativo, Rentis nos ofrece una pieza claramente cinematográfica que no es menos “real” o “verdadera” por su estilización.

Dogwatch es una coproducción entre las compañías griegas BYRD, asterisk*, Topcut Modiano y Arctos SA, y la francesa Good Fortune Films. La canadiense Syndicado gestiona las ventas internacionales.

(Traducción del inglés)