Crítica: Godland
por Fabien Lemercier
- CANNES 2022: Hlynur Pálmason firma una espectacular, visceral y épica cinta que sigue a un joven sacerdote danés que se enfrenta a mil dificultades en la Islandia salvaje de finales del s.XIX
“Allí, perdemos la razón con facilidad”, “No tiene nada que ver con Dinamarca, todo es diferente”: erupciones volcánicas sobre la costa Este, posible aumento de los niveles de los ríos, hedor en el aire, un desconcertante sol de medianoche en verano. “Tendrás que adaptarte” pero “ninguna misión es imposible”. Para Lucas, un joven sacerdote que llega a Islandia a finales del siglo XIX para construir una iglesia antes del invierno siguiente y documentar los lugares fotografiando a la población local, el mandato se presenta como “gigantesco” por su jerarquía religiosa, aunque un guía nativo estará allí para respaldarlo. En este viaje épico se sumerge la espectacular y no menos intensa Godland [+lee también:
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ficha de la película], de Hlynur Pálmason, proyectada en el programa Un Certain Regard del 75º Festival de Cannes, una obra de un nivel artístico muy alto que profundiza en el vínculo entre las fuerzas milenarias de la naturaleza y los grandes defectos morales que aparecen cuando el ser humano es presionado hasta el límite. Una película que confirma el ascenso progresivo hacia la cima del cine mundial de un director muy talentoso después de Winter Brothers [+lee también:
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ficha de la película] (premiada en Locarno 2017) y Un blanco, blanco día [+lee también:
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ficha de la película] (Semana de la Crítica en Cannes 2019).
“Eso ocurre como estaba previsto, no puedo ir más lejos”. El periplo de Lucas (Elliott Crosset Hove) hacia su destino se convierte poco a poco en un calvario en un medio salvaje y en compañía de un pequeño escuadrón rodeado por la extrema rudeza del entorno. Después de una travesía en barco sin problemas, las dificultades se suceden: aprender sobre la marcha a montar a caballo, escalar pendientes escarpadas, atravesar cursos de agua de corrientes peligrosas, acampar en el frío, etc. Al agotamiento físico se añaden acontecimientos dramáticos, muertes (por ahogamiento y caída) de las cuales una es provocada por la impaciencia de Lucas por alcanzar su meta y la otra, la de su traductor, le priva de todo medio para comunicarse y comprender a sus compañeros de ruta, sobre todo a su chef, el abrupto Ragnar (Ingvar Sigurdsson), con quien surge una leve animadversión personal. Cuando, al final, después de haber estado muy cerca de perder la vida, Lukas llega a un pequeño pueblo donde debe llevar a cabo su misión y donde viven Carl (Jacob Lohmann), y sus dos hijas, Anna (Vic Carmen Sonne) e Ida (Ída Mekkín Hlynsdóttir), empieza una lucha diferente, esta vez moral, ya que Lukas ha cambiado por dentro…
Godland, muy bien grabada por la directora de fotografía Maria von Hausswolff, retrata este viaje épico tormentoso y catártico de choques culturales con un dominio formal muy ambicioso ligado a una proximidad visceral de los personajes. Y aunque la excepcional intensidad de la primera parte (el trayecto) se diluye ligeramente en el segundo capítulo, más pausado (pero siempre tenso) y social (el pueblo, la construcción de la iglesia, el idilio, el ajuste de cuentas, etc.), el conjunto constituye una obra de primer orden cinematográfico que habrá estado muy cerca de integrar la competición principal. Pero esto es solo un aplazamiento para Hlynur Pálmason, un director de muy alto nivel.
Godland ha sido producida por Snowglobe con Join Motion Pictures, y coproducida por Maneki Films, Film I Väst y Garagefilm International. New Europe Film Sales gestiona las ventas.
(Traducción del francés)
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