Crítica: Zoo Lock Down
por Susanne Gottlieb
- Andreas Horvath invita al espectador a un viaje relajante a través de un zoológico de Salzburgo cerrado debido a la COVID-19
Cuando el mundo se confinó en marzo de 2020, fueron los trabajadores esenciales los que mantuvieron a flote los sectores imprescindibles en el día a día. Algunos de ellos eran más visibles en primera línea, mientras que otros estaban más ocultos, como los cuidadores del zoo de Salzburgo, que no podían separarse de sus animales y se encargaron de alimentarlos y cuidarlos durante la pandemia. El cineasta Andreas Horvath visitó el zoológico durante estos primeros meses para filmar su documental Zoo Lock Down [+lee también:
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Como era de esperar, lo que presenta Horvath en los primeros momentos parece ser un lugar desprovisto de vida y actividad. Un único zorro hurgando en su jaula, un par de osos relajándose en la pequeña piscina. Vemos a un solitario cuidador del zoológico arrojando comida al recinto, pero no hay visitantes emocionados para presenciar el espectáculo. Sin embargo, esta primera observación es engañosa. Horvath se limita a establecer el tono de la obra en su esfuerzo por revelar un mundo habitado por animales relajados, que juegan o comen por todo el recinto, interactuando con sus cuidadores o simplemente ignorándolos. La sensación apocalíptica inicial es en realidad un paraíso escondido. No hay multitudes ni ruidos atronadores. Es lo más cerca que podrían estar de su hábitat natural.
Como espectadores, no solo somos testigos de la ternura y respeto que evocan estos lémures, monos, flamencos, cocodrilos, peces, serpientes, insectos, perezosos, leones y leopardos. También está el proceso diario de preparar la comida, esquilar las alpacas, limpiar la piscina de las pirañas o incluso tratar de fecundar artificialmente a un rinoceronte. La vida cotidiana de estos animales contrasta continuamente con el espacio negativo de los humanos ausentes. Largos caminos vacíos entre las jaulas, puertas automáticas abriéndose y cerrándose para nadie, un restaurante al aire libre completamente vacío.
Sin embargo, estas imágenes plantean una pregunta: ¿por qué Hovarth decidió subrayar estas escenas con su propia banda sonora? Las notas, medidas y escritas para acompañar las imágenes proyectadas, que se vuelven más rápidas y animadas cada vez que saltan los monos, o más amenazantes cuando el cocodrilo se acerca a su presa, anulan lo que mejor funciona de este documental. La música socava la tranquilidad natural de la escena y los suaves sonidos atmosféricos del entorno. En su lugar, inflaman la pantalla con una tensión dramática preconcebida. De esta forma, se pierde el atractivo de la película: la idea de un zoológico sin contaminación acústica provocada por los humanos.
Este supuesto intento de crear su propia variación musical de “El carnaval de los animales” funciona menos en aquellos momentos en los que un arreglo de cuerdas retumba sobre los habitantes del zoológico, pero despliega su magia cuando Horvath amplifica los sonidos naturales de las imágenes, distorsionándolos, incrementándolos y superponiéndolos, como una mesa de mezclas llena de orquestación natural en lugar de melodías clásicas.
Esta apacible melodía de la vida se ve interrumpida deliberadamente cuando Horvath inserta la pista de audio de los visitantes ausentes. Los murmullos, los niños impacientes esperando a que los animales se muevan, los bebés llorando, la gente gritando, el sonido general de la civilización. Horvath vuelve a jugar con estos paisajes sonoros, intensificándolos y distorsionándolos, pero en lugar de otra sinfonía natural, el sonido resulta disruptivo, con un crescendo continuo que transmite una sensación amenazadora y que conducirá a la temida reapertura del zoológico.
Por ahora, solo los lémures, que se mueven con libertad, transitan el espacio que una vez ocuparon los humanos, viajando por el parque, usando sus senderos, relajándose en las sillas y en las mesas del restaurante o visitando a los otros animales. Es una versión encantadora y más tranquila de las actividades diarias del zoológico, así como un recordatorio de que allí donde se retira la humanidad, la naturaleza asume el control.
Zoo Lock Down es una producción de Andreas Horvath, que también se encarga de la distribución.
(Traducción del inglés)
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