Crítica: Un blanco fácil
por Fabien Lemercier
- VENECIA 2022: Jean-Paul Salomé recorre con un apasionante thriller las desventuras que vivió una sindicalista en la vida real, interpretada aquí por la gran Isabelle Huppert
“Cuando hago una promesa, no la hago en vano. Peleo por conseguirlo”. Ser la cabeza del sindicato en una multinacional con una conexión muy estrecha con los gobiernos abre la puerta al primer nivel industrial y político, pero cuando intentamos poner trabas a los intereses más poderosos, la reacción puede ser particularmente violenta, sobre todo si eres una mujer en un universo dominado por hombres. Maureen Kearney, delegada inevitable de CFDT durante veinte años en el gigante nuclear francés Areva, lo ha pagado con su propia persona. Esta historia verdadera ha inspirado a Jean-Paul Salomé para dirigir el eficaz y apasionante thriller Un blanco fácil [+lee también:
tráiler
entrevista: Jean-Paul Salomé
ficha de la película], estrenado en el programa Orizzonti de la 79ª Mostra de Venecia.
El 7 de diciembre de 2012, Maureen (la siempre perfecta Isabelle Huppert) es descubierta por su empleada en el sótano de su casa de las afueras de París. Atada a una silla, con un sombrero en la cabeza, una A escrita en el vientre y la mancha del cuchillo que la trazó hundida en su sexo. El incidente, que abre la película, será el centro de una historia de doble filo (un guion muy bueno escrito por el director y Fadette Drouard, a partir del libro Un blanco fácil, de Caroline Michel-Aguirre). La historia empieza unos meses antes. La directora general de Areva, Anne Lauvergeon (Marina Foïs), que siempre ha trabajado en armonía con Maureen, se prepara para ceder su puesto. La sucede Luc Oursel (Yvan Attal), a quien las dos mujeres no aprecian y es recíproco. Poco después, una “garganta profunda” revela a Maureen que Henri Proglio, director del otro gigante nacional de la energía, EDF, maniobra en secreto y bajo los radares de la supervisión estatal para aliarse con un grupo chino y construir con Areva centrales nucleares de bajo coste. Decidida a alertar a los poderes públicos, Maureen espera el veredicto de las elecciones presidenciales y, una vez que los socialistas han vuelto al poder, informa al ministro de Economía Arnaud Montebourg, quien posterga, y después a los diputados. Pese a los consejos de prudencia de unos y los intentos de intimidación (cada vez más directos) de otros, pide una cita con el presidente de la República. Pero no llegará a verlo debido a la agresión, que tiene lugar esa misma mañana. Además, la investigación de la gendarmería empieza a poner en duda su buena fe, convirtiéndola en sospechosa de haber simulado todo. ¿Y si fuera cierto?
“¿A qué estás jugando?”, “Te excita parecer más importante de lo que eres”, “Métete en tus asuntos; última advertencia”, “Te haré pedazos”: la película transcribe a la perfección la violencia lista para salir en el mundo aparentemente tranquilo de los negocios, la dificultad extrema de contar y aceptar la verdad de los denunciantes, las alianzas viciosas que se traman si hace falta para hacerlos callar y el esfuerzo extra que supone la condición femenina. Un blanco fácil, muy bien construida y con buen ritmo, trata también del carácter peligrosamente obsesivo y adictivo del poder y de la sobreinversión en el trabajo, inyectando suficientes matices para ser a la vez una obra para el gran público y un tema de reflexión ciudadana muy importante.
Un blanco fácil ha sido producida por Le Bureau y coproducida por France 2 Cinéma, la alemana Heimatfilm, Restons Groupés Productions y Les Films du Camélia. The Bureau Sales gestiona su venta.
(Traducción del francés)
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