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SAN SEBASTIÁN 2022 Competición

Crítica: Runner

por 

- El primer largometraje de Marian Mathias encuadra de forma estática la huida de una joven

Crítica: Runner
Darren Houle y Hannah Schiller en Runner

Se puede decir que el primer largometraje de Marian Mathias, Runner [+lee también:
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, huye de sí mismo. La ópera prima de la directora estadounidense es una muestra de cine independiente estadounidense que más que repetir el canon habitual de tal industria, huye de él hasta encontrar cobijo en el estoicismo y en la temperatura de un cine europeo de altas latitudes, o en otras palabras, germánico-escandinavo. También, el nombre de su personaje principal, Haas, un apodo que significa “liebre” en holandés, refleja a la perfección su condición, algo que vertebra la película de principio a fin, y que la titula: Haas huye de sí misma. Sin embargo, tanto una como otra lo hacen de forma casi estática. Y perdón por la contradicción.

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La película, proyectada en la Competición por la Concha de Oro en el 70° Festival de San Sebastián, después de haber pasado por la sección Discovery del Festival de Toronto, sigue a la susodicha Haas, interpretada por la joven alemana Hannah Schiller, cuya vida se ve puesta patas arriba después de la súbita muerte de su padre (Jonathan Eisley), un hombre algo perdido en la vida que en sus últimos días se dedica a ahogar sus penas en alcohol y a intentar deshacerse de sus deudas esperando que alguien le permita estafarlo con ventas de bienes inmobiliarios que ni posee, ni existen. Así, de repente, Haas se encuentra sola en la vida; ella ya era prácticamente la responsable de su hogar, una casa en el que solo vivían los dos en medio de la pradera perteneciente a una comunidad de Missouri unida por la religión, pero ahora tiene incluso que lidiar con las deudas y con el deseo de su padre de ser enterrado en Illinois.

Sin poder escaparse de las habladurías de la comunidad con la que compartían asistencia a misa (“¿por qué no estaba la hija en casa cuando se murió su padre?”) y sus miradas inquisitivas (retratadas en unos bellos planos desde el exterior de su casa), Haas emprende su viaje interestatal, pero sin cambiar de paisaje (el verde y desolado Medio Oeste de los Estados Unidos), hasta llegar a su meta, un pueblo en donde conoce a Will (Darren Houle), otro joven en la misma frecuencia de onda que ella en el que encuentra una vía para un posible escape.

Mathias retrata esta huida con lentitud, con atención a unas imágenes casi inmóviles, creando así la contradicción en la que vive la película. Con referencias visuales tan claras como el Christina’s World de Andrew Wyeth o incluso la Luz silenciosa [+lee también:
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de Carlos Reygadas o la que captó Ingmar Bergman en su incomparable obra, Mathias encuadra de manera brillante una historia que, por otra parte, no rebosa ni originalidad ni un interés que mantenga al espectador embaucado durante toda su duración, aunque sea de solo 76 minutos. Una cierta endeblez narrativa lastra una película de innegable belleza (resaltada con una precisa banda sonora de Para One, colaborador habitual de Céline Sciamma), que sirve como carta de presentación de la interesante mirada de la directora.

Runner es una coproducción de la estadounidense Man Alive junto a la alemana Killjoy Films y a la francesa Easy Riders Films. La compañía con sede en Grecia Heretic Outreach se ocupa de sus ventas internacionales.

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