email print share on Facebook share on Twitter share on LinkedIn share on reddit pin on Pinterest

SAN SEBASTIÁN 2022 New Directors

Crítica: Secaderos

por 

- En su primer largometraje de ficción, Rocío Mesa construye una interesante y emotiva fábula sobre el sentido de la identidad y la búsqueda de libertad

Crítica: Secaderos
Vera Centenera Carnero en Secaderos

En los pueblos también pasan cosas. En los últimos años, parte del cine español se ha ido a rodar al campo. Es como si de repente nos hubiéramos dado cuenta que hay vida más allá de la gran ciudad. Que también hay historias que contar fuera de las grandes capitales. Carla Simón, Ainhoa Rodríguez, Clara Roquet, Neus Ballús, Estíbaliz Urresola, Chema García Ibarra, Mikel Gurrea, son algunos nombres. En realidad, esto tampoco es nada nuevo. Ahí están Almodóvar, Víctor Erice o Carlos Saura. Sin embargo, tengo la sensación de que este desplazamiento hacia lo rural va más allá de hechos aislados o coincidencias puntuales, que las ficciones de estos cineastas son el reflejo de un tiempo, sus vivencias e inquietudes.  

(El artículo continúa más abajo - Inf. publicitaria)

Muchas de las películas de estas nuevas generaciones tienen rasgos en común: actores no profesionales o poco conocidos (lejos de las grandes estrellitas que tanto buscan las plataformas), historias que parten de experiencias personales e íntimas, la construcción de un imaginario propio a través del costumbrismo, el planteamiento de las derivas de las sociedades contemporáneas en relación a los conflictos presentes en estos entornos rurales, una narrativa basada en la minuciosidad en el detalle y en lo simbólico, donde la acción no es lo más importante, que deja tiempo y espacio para la contemplación y la reflexión. La cineasta granadina Rocío Mesa también es parte de esta generación. Su primer largometraje de ficción, Secaderos [+lee también:
tráiler
entrevista: Rocío Mesa
ficha de la película
]
, presentado en el 70° Festival de San Sebastián, dentro de la sección New Directors, comparte parte de estas características.

Ambientada en los antiguos secaderos de tabaco de la vega de Granada, la película cuenta las historias paralelas de una niña de ciudad que va a pasar el verano en el pueblo de sus abuelos y la de una adolescente local que se siente atrapada allí. A partir de ahí, la cineasta se adentra en sus recuerdos (sus propios territorios de la niñez y la juventud) para narrar un relato en el que los géneros se mezclan convirtiéndose en una suerte de fábula sin enunciados cerrados. La película habla de forma libre sobre las etapas de la vida y la desaparición de un mundo, pero también de muchas otras cosas. Una de sus grandes virtudes procede de la decisión de narrar el relato desde las miradas de ambas protagonistas: desde la inocencia y las fantasías de una niña y el desconcierto y la incertidumbre de la adolescente. A través de ello y de la credibilidad de los personajes y sus interpretaciones, la directora consigue reflejar con sinceridad y belleza los sentimientos encontrados y las relaciones entre estas dos etapas vitales; esa energía única de la infancia, sus juegos, misterios y miedos, y las dudas y contrariedades propias de la adolescencia.

Si bien la propuesta de Mesa no resulta ser demasiado original, la construcción de un universo ficcional a través de la idiosincrasia de un lugar, mediante el cruce entre lo sobrenatural y lo real, lo espiritual y lo terrenal, lo extraordinario y lo ordinario, ya es marca de parte de esta generación de cineastas “ruralizados”, no por ello deja de plantear ideas interesantes. Como punto de partida, la intención de narrar lo rural desde otro lugar (en este caso, desde la mezcla con el fantástico) tiene un punto atrevido. Sin embargo, a la directora termina sucediéndole lo mismo que a otros de sus compañeros: le pierde la intención de “romper”, de ser “original”. El tono del relato se pierde cuando el elemento sobrenatural no queda bien integrado en la historia, como parte natural de ella, sino simplemente como una rareza forzada, una isla.

A pesar de esa debilidad, Secaderos logra ser un lúcido ejercicio de recreación de la memoria sentimental, con momentos que alcanzan cierta magia. Un baile familiar, un juego de niños, la ternura de una mirada. Con ello, la película consigue hablar con verdad sobre el sentido de la identidad; a través de las imágenes y su poder simbólico, plantea preguntas sobre el significado de ser y vivir en un lugar, sobre la búsqueda de libertad y las posibilidades de esa libertad, sobre cómo llegamos a convertirnos en quienes somos y también el precio que pagamos por ello.

Secaderos es una producción de las compañías españolas La Claqueta PC, Un Capricho de Producciones, La Cruda Realidad y Secaderos La Película AIE y la estadounidense Amplitud. Latido Films se ocupa de las ventas internacionales.

(El artículo continúa más abajo - Inf. publicitaria)

¿Te ha gustado este artículo? Suscríbete a nuestra newsletter y recibe más artículos como este directamente en tu email.

Privacy Policy