Crítica: The Fire Within: A Requiem for Katia and Maurice Krafft
por Susanne Gottlieb
- Al celebrar la impactante pero demasiado corta vida de los vulcanólogos Katia y Maurice Krafft, Werner Herzog compone un poderoso réquiem cinematográfico

Sus imágenes dieron la vuelta al mundo, pero sus nombres no solo se han convertido en sinónimo de la celebración de la belleza cruda y peligrosa de las erupciones volcánicas, o de la concienciación sobre la situación de las personas afectadas por estas. Su legado es también el de una pareja de científicos consumidos por aquello que amaban. Mientras observaban la erupción del volcán japonés Unzen, los vulcanólogos franceses Katia y Maurice Krafft fallecieron el 3 de junio de 1991. El cineasta Werner Herzog, cuyo 80.º cumpleaños fue celebrado durante la 60.ª edición de la Viennale, presentó su homenaje a esta pareja, titulado The Fire Within: A Requiem for Katia and Maurice Krafft [+lee también:
tráiler
ficha de la película], como cinta de apertura de una serie de eventos en su honor.
En lugar de filmar un documental directo, el director optó por organizar el material rodado por la pareja como un "musical". A diferencia de Fire of Love, de Sara Dosa, la película de Herzog pretende ser un réquiem, impulsado por una intensa banda sonora instrumental y coral. Con todo, el núcleo de la película es la organización de las imágenes y fotografías del archivo personal de los Krafft. No experimentamos el mundo a través de una mirada externa, sino que el espectador contempla su vida y pasión a través de los propios ojos de los protagonistas.
Herzog comienza directamente con Katia y Maurice de pie frente a un volcán, mientras el gigantesco cráter escupe lava continuamente detrás de ellos. Es una visión aterradora, pero unos minutos más tarde, ambos están mirando a cámara desde una distancia segura, sin cascos, claramente cómodos en este ambiente. Además de la música, la reconocible voz de Herzog aparece de forma recurrente en la película, como un hilo rojo que atraviesa la narración, conectando los puntos entre sus vidas y el metraje.
Sus comentarios son casi reacciones directas a las imágenes que vemos en pantalla. "Esta es Katia" y "este es Maurice" son algunas de las primeras palabras que escuchamos cuando los vulcanólogos posan frente al volcán. Más tarde, cuando el foco se traslada a Unzen y las últimas grabaciones conocidas de la pareja, en las que hablan con su compañero estadounidense Harry Glicken, también fallecido, Herzog comenta: "ahora está ocurriendo algo importante", mientras los Krafft y Glicken valoran acercarse al domo del volcán.
En retrospectiva, podemos decir que se trató de una decisión imprudente, pero a Herzog no le interesan los aspectos más críticos de la vida de los Krafft. Apenas se detiene en las acusaciones vertidas por los medios de comunicación, en las que se hablaba de que estaban provocando situaciones peligrosas, o en la reticencia de Katia a acercarse a Unzen. En lugar de eso, como en una misa de réquiem, se centra en destacar sus logros. Esto incluye algunos montajes divertidos de las primeras hazañas de los Krafft en los años 60, con sus gorros rojos inspirados en el explorador Jacques-Yves-Cousteau y el origen de su narrativa visual.
Secuencias oníricas de sus filmaciones surrealistas en todos los rincones del mundo, que muy pocos han tenido el privilegio de ver con sus propios ojos, adornan la pantalla. Extensiones rocosas humeantes, profundos valles montañosos, arbustos que se extienden por paisajes desérticos, criaturas de la naturaleza que habitan regiones entre la vida y la muerte. Y, por supuesto, las erupciones volcánicas, las nubes piroclásticas que engullen todo a su alrededor, las islas que se derrumban, los kilómetros de árboles arrasados, la angustia y la muerte humanas.
"Nunca tengo miedo porque he visto tantas erupciones en 23 años que, aunque muera mañana, no me importaría", dice en una ocasión Maurice Krafft ante la cámara. Ambos vivieron la vida al máximo, como reconoce Herzog, "descendiendo al infierno para arrancar esas imágenes de las garras del mismísimo demonio". Y mientras suena "Liebestod" de la ópera Tristán e Isolda de Wagner, con una última y poderosa imagen de dos personas que siguen su pasión alegremente hasta el vientre de la bestia, solo podemos estar de acuerdo.
The Fire Within: A Requiem for Katia and Maurice Krafft es una producción de Bonne Pioche, Brian Leith Productions, Titan Films y Arte France vendida internacionalmente por Abacus Media Rights.
(Traducción del inglés)
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