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ARRAS 2022

Crítica: Houria (Libertad)

por 

- Mounia Meddour profundiza en la resistencia feminista de Papicha, estilizándola y ofreciendo otro estupendo papel a Lyna Khoudri

Crítica: Houria (Libertad)
Lyna Khou­dri en Houria (Libertad)

Recuperar la sonrisa, la alegría de vivir y la felicidad cuando se han perdido por completo por razones muy violentas no es tarea fácil. A menudo, rondan los fantasmas del pasado, pero huir de ellos no siempre es la solución: más vale reinventarse, volver a centrarse, reponerse con la solidaridad de los dolores compartidos y el descubrimiento de otro yo. Ese es el proceso de reconstrucción que retrata Mounia Meddour en Houria (Libertad) [+lee también:
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, proyectada en la sección Cinéma du monde del 23º Festival de Arras, antes de su estreno en Francia el próximo 15 de marzo a través de Le Pacte. Un segundo largometraje que hace una radiografía enérgica del lugar de las mujeres (en particular, de la juventud) en la sociedad argelina iniciada por la directora en Papicha [+lee también:
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(revelación del Festival de Cannes 2019), un análisis que mezcla realismo y simbolismo expresivo, pasando por el filtro del cuerpo a través de la danza, el arraigo en el colectivo, la resiliencia de los sueños y la fuerza de la vida para salir de la oscuridad.

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“Pisa el suelo, no te estrelles”. Houria (un nombre que significa “libertad” en árabe) es una joven moderna, que practica con perseverancia la danza clásica y busca entrar en un grupo profesional. Houria (Lyna Khou­dri), que vive sola en ósmosis con su madre, Sabrina (Rachida Brakni), una bailarina que actúa en bodas, comparte sus esperanzas con su mejor amiga, Sonia (Amira Hilda Douaouda), que se prepara para emigrar de manera clandestina a España (las dos chicas tienen el título de profesoras de gimnasia, pero su futuro profesional está estancado). En secreto, la radiante Houria también quiere ahorrar dinero para comprarse un coche. Para conseguirlo, apuesta en peleas de carneros en un barrio de mala fama y en un ambiente eléctrico y viril. Pero, una noche, todo sale mal y una agresión la lleva al hospital, con un tobillo fracturado y, por si fuera poco, un mutismo postraumático.  

“Ya estoy muerta”. Para Houria empieza un proceso lento de vuelta a la superficie, dentro de un pequeño grupo de mujeres que han tenido vidas muy violentas. Debe encontrar un nuevo sentido a su vida, un nuevo rol, un nuevo arraigo, pero no es fácil puesto que su agresor (un rehabilitado de los años de la “Guerra Sucia”) regresa, protegido por la inercia policial y por los miedos del pasado del país que todavía oscurecen el presente…

Mounia Meddour opta por apuestas visuales muy fuertes centradas en el cuerpo, la proximidad de la cámara, la expresividad de los gestos (el lenguaje de los signos) y de las caras (en la línea de la obra La danse, théâtre du corps, de Marie-Claude Pietragalla, que lee Houria), y la intensa densidad de la oposición noche/día, para escenificar una historia emotiva y ofrecer un papel muy bonito a su excelente actriz principal. Sin embargo, las decisiones formales dan resultados dispares y la acumulación de temáticas en un espacio tan reducido impiden a la película desplegarse como probablemente hubiera querido y merecido. 

Houria (Libertad) ha sido producida por The Ink Connection y High Sea Production, y coproducida por France 2 Cinéma y la belga Scope Pictures. Wild Bunch International gestiona las ventas internacionales.

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(Traducción del francés)

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