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GINEBRA 2022

Crítica serie: Cavalos de corrida

por 

- La serie de los portugueses Marco Leão y André Santos lleva al público a los pasados años 80, pero en un mundo distópico de colores saturados que recuerda peligrosamente al nuestro

Crítica serie: Cavalos de corrida
Filipa Areosa, Soraia Chaves y Teresa Tavares en Thieves Like Us

Cavalos de corrida, de Marco Leão y André Santos, presentada en estreno mundial en el Festival de Ginebra (GIFF) dentro de la competitiva sección dedicada a las series de TV, refleja una versión de un Portugal dominado por una recesión sofocante que parece devorar todo y a todos. Para enfrentarse a la incertidumbre que los rodea y que intentan convertir en una oportunidad, Domingos y Olinda planean robar el banco nacional.

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Con su enfoque fotográfico que recuerda a las revistas brillantes de los años 80 --modernas pero exageradas en su atención obsesiva al detalle, tanto en términos de escenografía, vestuario o peinados (cardados o voluminosos al extremo), como en la dependencia del uso ultra controlado del cuerpo (fumar un cigarro o quitarse los zapatos se convirtieron en rituales sagrados)--, Cavalos de corrida transporta al público a una versión vintage de Lisboa que nos encantaría haber conocido.

Dividida en ocho episodios de 43 minutos, Cavalos de corrida podría y debería considerarse una experiencia cinematográfica completa, una dosis de elegancia formal y humor negro para beberse de un trago. Marco Leão y André Santos, pareja en casa y en el trabajo, han decidido reflexionar sobre la sociedad que los rodea a través del prisma del pasado, sosteniéndolo, como una especie de espejo distorsionado, de los problemas que lamentablemente siguen vigentes en la actualidad: la recesión, la desigualdad social y la gentrificación. Cavalos de corrida, proyectada en horario de máxima audiencia en el canal de televisión público portugués RTP, es un extraterrestre en el panorama de las series nacionales, y se inclina más hacia las reconstrucciones históricas menos convencionales. Pero en esta serie, las preguntas incómodas son inherentes a la historia, que sigue a una pareja de delincuentes que no se detendrán hasta alcanzar la vida cómoda que tanto han deseado.

Cavalos de corrida se desarrolla en 1981, en una Lisboa deliberadamente retro y de tono saturado que recibe a los protagonistas con una sonrisa tentadora. Domingos (Tomás Alves) y Olinda (Teresa Tavares) –una versión lusa de Bonnie y Clyde– deciden enriquecerse mediante robos, que evolucionan de aficionados a profesionales. Domingos usa su ferretería para hacer copias ilegales de las llaves de sus clientes, mientras que Olinda se encarga de inspeccionarlas haciéndose pasar por una representante de Avon. Después de evaluar el contenido de estas suntuosas residencias, nuestro par de vagos se lanzan a una cadena de robos con el objetivo de reunir suficientes fondos para comprar la casa de sus sueños. A simple vista, todo parece ir sobre ruedas, entre momentos de adrenalina pura y erotismo heterosexual que, sin embargo, están grabados bajo un enfoque burlón y grotesco que resalta sus clichés. Pero un encuentro con un personaje misterioso llamado Orlando (Miguel Guilherme) cambia por completo el juego y lleva a la pareja más allá de los límites del mundo criminal: de la pequeña escala al crimen organizado.

Cavalos de corrida, grabada con una atención obsesiva al detalle, pese a las limitaciones asociadas al formato serial, se presenta al público como una obra fascinante y desestabilizadora, un unicum en el mundo de las producciones portuguesas. Cavalos de corrida, una mezcla explosiva de cine negro, películas italianas de detectives y series de televisión kitsch en la línea de Dallas, que también presume de la elegancia formal de Pierre Melville, convierte los estereotipos de machos asociados a las películas (y a la TV) de la década de los años 1980 en un espectáculo deliciosamente confuso, donde los hombres “reales” perdieron su posición hegemónica. Grabada en un estimulante tono homoerótico (los detalles de los calzoncillos de tiro alto son antológicos), los personajes masculinos son retratados en toda su vulnerabilidad, como peones al servicio de una sociedad que los tendría “de una pieza”. Las protagonistas femeninas también son inolvidables, falsas femmes fatales que no tienen intención de ser manipuladas. Cavalos de corrida es una serie para ser saboreada, como un amaretto agrio: se bebe a sorbos, pero con moderación.

Cavalos de corrida ha sido producida por Ukbar Filmes.

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(Traducción del italiano)

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