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POPOLI 2022

Crítica: Happy Pills

por 

- El documental de Arnaud Robert y Paolo Woods propone un viaje al universo de los productos farmacéuticos de la obligación global de ser felices a través de las pastillas

Crítica: Happy Pills

¿Qué es la felicidad? Esa pregunta que la religión y la filosofía se han planteado durante siglos ha mutado en la actualidad en “¿la felicidad puede caber en una píldora?”. La Big Pharma ofrece una respuesta inmediata, directa y devastadora; los gobiernos la han discutido con debilidad y los medios de comunicación han convertido la felicidad en un deber más que en un derecho. Esta pregunta constituye la base de Happy Pills [+lee también:
tráiler
ficha de la película
]
, un documental del director suizo Arnaud Robert —que ya tiene otros tres documentales en su carrera— y de Paolo Woods —un fotógrafo canadiense-holandés que se dedica al periodismo de investigación—, que celebró su estreno mundial en el Festival dei Popoli de Florencia.   

Para profundizar en la obligación globalizada de ser feliz, Happy Pills recorre seis países para mostrar historias que sirven de contexto a la pregunta original. La película empieza en los suburbios de Bombay, donde jóvenes culturistas se atiborran de esteroides para participar en competiciones. Pero pronto se traslada hacia otros continentes, empezando por casa, en Suiza, uno de los tres países “más felices” del mundo, donde una de cada cuatro personas seguirá un tratamiento para la depresión al menos una vez en la vida. Aquí, conocemos a Patrick, que usa sertralina y quetiapina para combatir sus tendencias suicidas y es ingresado y dado de alta continuamente en un hospital psiquiátrico, donde se usan otros medicamentos para estabilizar su tristeza incurable y hacer tolerable su realidad. Los fármacos que han asesinado a millones de personas en Occidente ahora han encontrado su camino en los países más pobres del mundo: Alzouma es un joven de Níger que toma Tramadol —un poderoso analgésico vendido en la calle, que ha reemplazado a la tradicional infusión de corteza de árbol— para aguantar sin cansarse sus largas jornadas de trabajo. Mientras tanto, en Massachusetts, el adolescente Addy recurre al Adderall y al Ritalin para tratar su déficit de atención (un diagnóstico que reciben el 10 % de los jóvenes en Estados Unidos) porque su madre no quiere que sus deberes no sean tan malos como los de su tío Jay.

Este viaje en busca de la felicidad continúa con Maris, un joven de Tel Aviv que quiere vivir su homosexualidad al máximo sin temer al VIH/SIDA, y cuyo ritual cada mañana consiste en tomar profilaxis de preexposición (PrEP). Para él, la profilaxis de preexposición es lo más cercano a la “paz mental”, aunque el médico le explique que el condón sigue siendo el mejor método de prevención. Otra droga de la felicidad, o más bien de la libertad, es “la píldora” por excelencia: la anticonceptiva. Nuestro documental sigue a Yurica, una joven del Amazonas peruano que se inyecta anticonceptivos para no volver a quedar embarazada mientras cría sola a sus cuatro hijos, en un país donde el (peligroso) concepto del “método natural” sigue siendo dominante, y donde los hombres no son responsables de los hijos. Nuestro viaje farmacéutico termina con un intelectual francés llamado Louis, que padece cáncer de páncreas, que opta por el suicidio asistido en Suiza y a quien posteriormente le inyectan Pentobarbital. Es un ejemplo de persona que ha vivido una vida feliz y que prefiere un final igualmente sereno y consciente.

La lente de la cámara de Robert y Woods adquiere un enfoque tradicional y se sumerge en una investigación clásica que analiza las caras de los protagonistas de estas historias buscando un signo que explique su abuso de ansiolíticos, antidepresivos, somníferos y opioides que curan las heridas humanas. Es un viaje transversal que no juzga, muy consciente del hecho de que todos buscamos respuestas químicas a una pregunta existencial. Sus comentarios breves —más que frases completas— expresan preocupación por un mundo dominado por el miedo al fracaso y por la presión del éxito, donde la adolescencia se ve como una enfermedad, y donde aparentar ser feliz y serlo de verdad son lo mismo.

Happy Pills ha sido producida por la compañía suiza Intermezzo Films, en coproducción con RTS’ Documentary Films Unit, SSR-SRG y ARTE G.E.I.E.. Lightdox gestiona las ventas internacionales.

(Traducción del italiano)

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