Crítica: Narcosis
por Mariana Hristova
- En su ópera prima, repleta de emociones controvertidas, el director holandés Martijn de Jong captura el poliédrico proceso del duelo de una forma inusualmente pintoresca

Perder a un ser querido siempre es traumático, no importan las circunstancias. Pero, ¿qué ocurre si la persona no deja un solo rastro material? ¿Ni nada que pueda ser enterrado, solo recuerdos? La complejidad y la dificultad para distinguir las cinco etapas del duelo (negación, ira, negociación, depresión y aceptación) forman el hilo conductor de Narcosis [+lee también:
tráiler
ficha de la película], la película íntima y premiada de Martijn de Jong, que acaba de participar en la Competición Internacional del Festival de Tesalónica, y se llevó a casa una Mención Especial y el Premio del Público. Mientras tanto, también se ha anunciado que competirá por el Óscar en representación de su país, Holanda.
En la actualidad, los hombres del primer mundo que necesitan probar su masculinidad pero que nunca han tenido la oportunidad de luchar en una guerra optan por experiencias extremas: actividades arriesgadas que pagan para sentirse conquistadores del mundo. Ese parece haber sido el caso de John (Fedja van Huêt), un hombre felizmente casado que sigue el llamado de sus antepasados holandeses para explorar lo desconocido, deja su casa de ensueño, a su amada esposa Merel (Thekla Reuten) y a sus dos hijos (Sepp Ritsema y Lola van Zoggel), y se va a sumergirse en aguas exóticas. Pero nunca regresa, ni tampoco encuentran su cuerpo. ¿La Narcosis del título hace referencia al estado mental de ensueño que lo trajo allí, a los fantasmas que empezarán a abrumar a sus seres queridos después de su desaparición, en reemplazo de sus restos ausentes, o a las sesiones de espiritismo esporádicas que hace Merel con la esperanza de conectar con los muertos? Sea cual sea la respuesta, la fábula que sigue es lo suficientemente delirante como para justificar dicha elección y fomentar asociaciones fructíferas en la imaginación del espectador.
Al principio, uno se confunde al intentar separar el antes y el después, y la realidad de la imaginación, mientras la narración salta hacia adelante y hacia atrás entre el pasado y el presente, recuerdos y fantasías. Poco a poco, todo empieza a tener sentido a medida que la mirada del espectador es absorbida por el flujo de consciencia de Merel, que intenta despertar de su pesadilla mientras su viudez y su maternidad en solitario la arrastran si piedad. Sus intentos por tomar decisiones racionales, como vender la casa e iniciar una nueva etapa, alternados con recuerdos de sus momentos felices con John, le dejan claro que el proceso de duelo no será corto.
Junto a Merel, los niños procesan la desaparición de su padre creando sus propios mundos en los que refugiarse, y así toda la familia se encuentra en una isla solitaria en esa tierra de dolor común que todos comparten. Es decir, hasta que otros desastres amenacen su unidad.
Lo que hace a Narcosis una película especial dentro de la temática de pérdida y duelo es la manera en que las fluctuaciones de la mente dispersa de esta mujer que sufre se relacionan con el paisaje otoñal trémulo y agitado del exterior, y con el ritmo general de su entorno. Es un efecto conseguido gracias a la combinación armoniosa de la refinada actuación de Thekla Reuten como protagonista, el poético trabajo de cámara de Martijn van Broekhuizen y la atrevida edición de Lot Rossmark. Sus talentos cinematográficos se unen en un baile visual de pausas, destellos, fotogramas etéreos iluminados y contemplaciones silenciosas que, cuando las unimos, retratan la verdadera esencia de la felicidad fugaz y de la incertidumbre de la vida, que es de lo que trata la película.
Narcosis ha sido producida por la holandesa Oak Motion Pictures, mientras que Coccinelle Film Sales gestiona las ventas internacionales.
(Traducción del inglés)
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